Como sabes, desconfio de las palabras. Tengo pocas y las temo. Es muy fácil desvirtuar la realidad con declaraciones, opiniones y gilipolleces de todo tipo.
– ¿Y qué cres tú que es la realidad, entonces?
Reflexionó un poco y contextó.
– Primero está la realidad de los sentidos. El sol se eleva redondo y rojo desde el mar, la luna cuelga su plato de plata en el cielo de la noche y las estrellas brillan llenas de misterio para los niños. En el paso siguiente tenemos la realidad del conocimiento, el sol es una estrella ardiente; la Luna, un pequeño satélite que gira alrededor de la tierra, que, a su vez, no es más que uno de los millones de planetas de un universo inconcebible.
– Estás diciendo que el conocimiento ha sustituido a la verdadera sabiduría…Como en el poema de Eliot, ¿lo recuerdas Catarina?
Catarina sonrió a su madre. Víctor Emmanuel pensó un momento antes de decir:
– Pero hay una tercera realidad, una sabiduría a otro nivel.
– ¿Te refieres a la realidad mística?
– Esa palabra no me gusta, no estoy hablando de ninguna mística borrosa, oculta. Es un hecho, algo que se te revela. Por eso llega a ser una…experiencia intelectual. (Marianne Fredriksson, Querida hija, Salamandra, pag. 226)