Libros, periódicos y alimentación

El periódico parece haberse convertido en un soporte que ya no es capaz de asumir la soledad en su llegada a los puntos de venta.

Lo hemos visto habitualmente acompañado de libros, figuritas de ajedrez, bonos para una bici, para un mp3, o para un forro polar, dependiendo siempre, en estos últimos casos, de la estación correspondiente, pero nunca nos suponíamos que podía llegar con parte del desayuno.

El periódico se empieza también a acercar a la lógica del supermercado.

Si, al mismo tiempo, dicen que cada vez se lee más prensa gratuita, ¿acabremos desayunando gratis?

Ya nos avisaba Paco Puche hace más de cuatro años que algo de esto podía llegar a pasar: Libros y salsa de tomate son dos productos antitéticos, porque nos llegarían por la misma logística y la mitad de las veces los bestsellers, sin ellos quererlo, vendrían entintados de rojo, y nada más lejos de la intención de los fabricante de semejante metamorfosis. Los libros que quedasen a salvo habría que venderlos retractilados con las latas de tomate, que vendrían recolgadas a espaldas de los libros, a modo de mochilas. . Cambiemos sólo libro por prensa y el rojo tomate por la blanca y pegajosa azúcar caramelizada.

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