Una editorial NUNCA debería editar más libros de los que se pueden leer dentro de la misma. Esto es: leer una obra para defenderla, mimarla, pulirla, aconsejando al autor. Una editorial, además, NUNCA debe poner más libros en el mercado de los que puede comunicar: esto es: defender, trabajar bien con prensa y medios. Hacer una promoción potente, sincera, imaginativa, original, convincente, iluminadora, de entusiasmo contagioso.
Los límites del mercado editorial deberían ser la autenticidad, la credibilidad. Cuando no puedes leer lo que publicas, estás fuera de lo creíble. Cuando no puedes defender una obra, trabajarla a fondo, emplearte con cuerpo, inteligencia y alma a difundir su valor, has tocado techo.
No es que menos sea más. Es que más es mucho menos. Más es, en la edición, demasiado. Hemos llegado a la autocensura. Porque editar no es utilizar números de ISBN. J. Mª Barandiarán me recuerda la frase de Antonio Mas: «No debe editarse ningún libro que antes no se sepa cómo vender».
Editar es creer. Es leer. Es avanzar. Sólo, es cierto, cuando se es auténtico. Todo lo demás, es una cierta forma de autoengaño. Y todos los autoengaños se acaban pagando. Porque el lector defraudado te retira la confianza. Y sin confianza no habrá lectores.
Por eso, los buenos editores, siguen viéndose recompensados.
Jordi Nadal