La vida presenta a veces oportunidades magníficas y casi inesperadas. Depende, en gran parte, de la nuestra propia posición ante los acontecimientos.
No sé cuando pasaré al blog estoy que estoy escribiendo ahora en el ecuador entre el jueves y viernes, pero lo que merece la pena, por lo menos a mí, es el acontecer de lo pasado.
Por motivos de trabajo tengo que trasladarme a Santiago de Compostela para el viernes y sábado. Miro precios de avión, con poso tiempo, y están por las nubes. ¡Lógico!. No me interesan. En estas fechas no me merece la pena pagar lo que piden.
Veo además la posibilidad de aprovechar el viaje en coche para quedar con gente amiga en Castilla León aprovechando el viaje, aunque sea un poco más largo, y poder vernos, lo más importante, y después charlar sobre proyectos. Así, también, dormiría el jueves antes de llegar a Santiago en Augas Santas, lugar que para mí y por motivos muy personales tiene un significado especial, como sólo la coincidencia en constelación de acontecimientos, sentimientos, lugares y personas pueden llegar a producir.
Al final el encuentro, por agendas no es posible a la ida. Veremos si lo hacemos posible a la vuelta.
Decido, finalmente, ir por la costa y anoto algunos sitios posibles para dormir antes de llegar a Santiago.
Cuando llego a Guitiriz después de un viaje matinal tranquilo realizao una primera llamada a Santiago y compruebo la dificultad de encontrar plazas ante un Congreso supernumerario, por cantidad no por Opus, que se está celebrando en Santiago. Ello, por empezar ahora al revés de más lejos a más cerca me situa ante la segunda opción la casa que Jesús y Puri, una vez que dejaron el Baviera en Bilbao, hará ya unos siete años han abierto en Melide: La Casa Somoza. Cuatro tonos de teléfono. Quizás estén de vacaciones. Una voz de hombre: ¡Casa Somoza. Dígame!.
¿Tendrán habitación para hoy a la noche?. Sí ¿Para quién? Para alguien de Bilbao. Ya me conocerás cuando me veas. Llegaré en media hora. A las cinco y media nos encontramos. Jesús y yo. Nos sentamos después de dejar las cosas y empezamos a hablar de la vida. Como si hubiéramos dejado ayer mismo la última copa de vino de una botella abierta para compartir en la barra del Baviera acompañado de los mejores pinchos de tortilla del todo Bilbao. No he vuelto a probar ninguno igual.
Lo siento, pero las horas de conversación son incontables. Hay que estar en ellas para gozarlas y disfrutarlas. Hacía mucho que no me encontraba con tanto tiempo de vida y experiencia, familiar, de trabajo, de sentido, contada con la buena compañía de lagún combinado para empezar, del algunos vinos después y de una cena posterior en Garnacha taberna pulpería (Caminño Vello de Santiago 2 baixo – Melide). ¡Qué pulpo, qué bacalao, qué flan y qué atención! ¡Gracias Teresa!