Me ha gustado el nombre dado en Argentina a una campaña que posibilita el acceso de colectivos discapacitados o con disfunción, según cuál sea la escuela que aborde la realidad de la integración y/o la normalización, a los libros.
La idea, a través del nombre, de convertir a los libros en voceros, en palabras que hablan, creo que refleja muy bien el sentido y es más acertado que el término de «audiolibro». El matiz, y a veces ahí está lo importante, es significativo. Libros parlantes supone que «los libros hablan» me pueden decir algo, icnluso aquello que no se puede-debe decir (ver en la RAE).
El audiolibro ni siquiera está en el diccionario, así que dejemos que los libros puedan hablarnos a todos.