Leer en la cama

Cuando los cambios vienen de la observación de lo cotidiano pueden llegar a calar.

Hace unos meses Julia Luzán escribía:

Al hablar de placeres, Manguel recuerda uno especial: la lectura en la cama. La idea de leer acostado, sugiere el escritor, es un acto “egocéntrico, estático, libre de las convenciones sociales…”. Un acto que, por tener lugar entre las sábanas, en el reino de la lascivia y la pereza pecaminosa, participa de la emoción de las cosas prohibidas. Recuerda el escritor una ilustración del siglo XV en un libro de horas que muestra a Santa Ana, la madre de la Virgen, sentada en la cama concentrada en la lectura de un libro e ignorando al niño que le muestra la comadrona. En un manuscrito del siglo XVIII se ve a un monje arropado entre mantas leyendo en una fría noche de invierno. Proust escribía y leía sentado en la cama. La escritora francesa Colette encontraba refugio en la cama por la noche para sus lecturas prohibidas. Edith Warton, la novelista estadounidense, llegó a sentir el dormitorio como su único refugio, donde podía escribir y leer a sus annchas. “Yo también lo hacía en la cama”, confiesa Manguel, “en la larga sucesión de camas en las que pasé las noches de mi infancia….La combinación de cama y libro me proporcionaba una suerte de hogar al que sabía que podía volver noche tras noche” (Julia Luzán; Leer es la vida; El País Semanal 17/12/05; pag. 104)

Ahora vía Innova, llegamos a Bedbooks, donde se nos presenta un nuevo formato para la posición horizontal.

¡Buenos sueños!

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