Brétemas se fue de exploración a una gran superficie francesa, estas que aplican políticas locales. Es decir: en su país acatan el precio fijo y aquí hacen lobby para poner el mercado a su medida con el juego permitido de algunos otros elementos del sector, del libro.
Brétemas salió asombrado al ver el libro retractilado junto al tulipán y guardado en refrigeradores que quizás sea bueno para la «salud» del libro. Así nos lo cuenta. Claro que el retractilado es posible porque alguien se deja retractilar, un editor en este caso, que permite hacer realidad el vaticinio que ya lanzó hace un tiempo Paco Puche uniendo el libro a la salsa de tomate. Debemos reconocer, por lo menos, que es más agradable unirlo a la salsa que a la grasa margarinada.
Uno se pregunta si este editor que hace el juego al «carrefour»( entiéndase como genérico) de turno debería tener derecho a que, por ejemplo, tal y como reclaman los editores de Castilla y León, la Junta les compre sus libros, sólo por el hecho aparente de estar asociados. El asociacionismo parece dar derecho a exigir que compren mis libros sin valorar si son buenos o malos. Quizás a esta modalidad la podríamos denominar como de «retractilado» político-poltronil.
Ninguno de los dos son caminos adecuados para reivindicarse y/o reconocerse como sector cultural.