Incitaciones cruzadas y gratificantes. El diálogo como proceso de construcción

Juan Varela se siente (decisión y expresión personal) incitado (me encanta) ante lo escrito ayer y no responde, sino que, todavía mejor, reflexiona y va más allá, casi como modelo de conocimiento abierto o de construcción reflexiva.

Lo que él escribe me provoca una nueva reflexión que es la siguiente y que he incluído como comentario en la entrada de su blog:

Incitación por incitación y más reflexiones: quizás lo que planteas, que comparto, hace más referencia a la industria cultural (una mediación) que a la cultura. Lo planteado vale, también, por ejemplo, para la educación como planteamiento. Ahora bien, en ese proceso dónde puede quedar el espacio social, no virtual,las redes de significado, la capacidad de respuesta a cada contexto específico….mucho por avanzar y dialogar. Cambiaré la estructura y en mi blog esto será mi contestación a tu incitación.

Añado: también me doy cuenta de la necesidad de mediación, la industria que no es la única. El problema es que cuando apuntamos, si lo hacemos mal, pretendiendo apuntar al mediador nos acabemos cargando el origen.

Anteproyecto Ley del Libro ¿apoyo de los sectores?

En Biblioteques encontramos un pequeño resumen de algunos de los aspectos que la ley aborda.

Leemos unas declaraciones de la Ministra en las que parece afirmar que el proyecto de Ley se ha hecho de acuerdo con todos los sectores. Me da la sensación de que hay políticos que siguen confundiendo la participación en los procesos con el acatamiento de los resultados finales. No da la sensación, hasta la fecha, de que los todos los sectores estén de acuerdo con todo y no estamos hablando de matices.

Literatura infantil y valores

Vía Imaginaria

La literatura es peligrosa porque actúa sobre los lectores justamente en sentido contrario que cualquier modalidad de transmisión de un «deber ser» consensuado socialmente. La literatura es búsqueda y descubrimiento de significados, y no reproducción pasiva de verdades digeridas por otros. Como el juego, como el arte en general, la literatura es gratuita, inútil, indomesticable.

Artículo completo de Marcela Carranza

Gilberto Gil el hacker

El IGC se ha abierto con unas declaraciones que parece han agradado a parte de la comunidad de internet. El artífice de las mismas ha sido Gilberto Gil, ministro de cultura de Brasil que ha reivindicado y defendido el software libre y el uso de la tecnología con fines sociales. Dicho planteamiento además de ser lógico me parece coherente, pero me asaltan serias dudas cuando veo la alegría y la prisa que algunas personas se dan en hacer suyas dichas declaraciones y planteamientos.

Creo que la postura que Gilberto Gil mantiene no es sólo en relación al software, sino que es la misma en relación a la cultura, la vivienda, la educación o la empresa. Tengo mis dudas en que los planteamientos de Gil sean coincidentes en el fondo con los planteamientos neoliberales que en la forma parecen decir lo mismo, pero en el fondo plantean cosas distintas desde el momento en que todo planteamiento y propuesta responde a una realidad. Vamos que no es lo mismo ser hacker desde las favelas que desde las escuelas de negocios.

En consecuencia, pienso que que decir sí al planteamiento de Gilberto Gil es decir también sí al Foro Social o, mejor dicho, que sólo desde los planteamiento del Foro social y, si me apuran, del movimiento ocupa o desde la reivindicación de la «vivienda para todos» alcanza verdadero sentido la propuesta. Lo demás me suena a discurso intelectual-espiritual alejado de la realidad de la mayoría.

Ya lo ha dicho Gilberto, el «hacker»: no se puede separar el mundo digital del analógico. Algunos lo han separado en sus comentarios, quizás no quieran que les toquen su mundo analógico.

Juan Varela ha planteado hace algunas fechas ha puesto encima de la mesa algunas propuestas en relación a la cultura libre que creo caben ser reseñadas aquí. Deberíamos, y creo que Juan lo compartirá trsladar e incluso en algunas ocasiones hacerlo antes los planteamientos relacionados con la cultura a otras facetas del vivir coitidiano más primarias: la vivienda, la alimentación, la sanidad, la educación y el trabajo. Al fin y al cabo Es cultura todo cuanto atañe al sistema de significados con el que los seres humanos organizamos nuestros conocimientos y nuestras creencias, nuestros símbolos expresivos, los valores en virtud de los cuales interpretamos nuestra existencia y orientamos nuestra acción individual y colectiva (cfr. Ferran Mascarell; La cultura en la era de la incertidumbre; pag. 19)

Doce motivos

Agradecemos a Julieta el envío de este texto.

En abril de 2004 cerró sus puertas una librería de referencia de Boston. Vince McCaffrey, que había estado al frente de Avenue Victor Hugo durante 29 años, hizo en su momento una referencia al porqué de su cierre (hoy funciona a medio gas como librería virtual). Muchas de sus reflexiones sobre el estado crítico del ecosistema del libro son aplicables a nuestro medio. Porque cuando un mercado entero no está funcionando, es que cada uno de los eslabones de la cadena de valor lo está haciendo mal. Después de un agradecimiento sentido a todos los libreros que, antes que él, habían hecho una aportación al oficio y una sinceras disculpas frente a los que siguen en la barricada y a quienes los apoyan, Vince McCaffrey desgrana sus Doce razones para la muerte de las librerías.

1. La Ley de Impuestos ( y los políticos, los abogados, los empresarios y los economistas que la han creado para su propio beneficio): una ficción legal de compañías con más derechos que cualquier ciudadano individual, que permite a las grandes cadenas hacer ingeniería impositiva y transforma la sana competencia en un chiste mientras transforma el mercado libre en una ruta oscura hacia un capitalismo de cuño desconocido.

2. Los editores que promocionan sus productos con las mismas técnicas usadas para el jabón de lavar o los cereales del desayuno, apuntando a la demografía en lugar de dirigiéndose a personas, buscando los beneficios inmediatos en lugar de considerar el futuro de la industria, ignorantes del arte de la tipografía, del oficio de la encuadernación, de las necesidades y leyes de la revisión, todo ello para hacer un producto adocenado de goma y tintas brillantes. Por ser ajenos a los 500 años de tradición, consiguiendo un resultado devastador.

3. Los compradores de libros: esos que desean la comodidad y el descuento de las grandes superficies, mucho más que lo bien hecho, lo polvoriento o lo único; los que compran libros por el precio en lugar de por el contenido y prefieren el brillo de la fama al matiz de lo bueno. Esos que han creado un mercado masivo para la vulgaridad, lo chillón y lo resplandeciente.

4. Los escritores que venden su alma a cambio de la publicación, los que escriben lo que ya se está escribiendo o eligen lo novedoso por el simple hecho de su novedad, que optan por alimentar las exigencias de los editores en lugar de hacer su trabajo hasta alcanzar la máxima calidad, los que ponen el estilo por encima de la sustancia, y los que carecen tanto de sustancia como de estilo… y aburren tanto a sus lectores que lo empujan en brazos de la televisión.

5. Los libreros que alimentan la demanda artificial creada por los departamentos de márketing con vistas a las ganancias rápidas; los que aceptan que los editores los traten como ciudadanos de segunda clase en la República del Libro; los que sólo recomiendan lo que está de moda en lugar de desarrollar el interés a largo plazo del lector… porque han contribuido a promover la falta de calidad en los contenidos y la muerte de la excelencia del libro.

6. El Gobierno (local, autonómico, central), que aplica impuestos exagerados a la propiedad comercial, echando fuera del ruedo a los negocios más pequeños y marginales, que son la semilla de cualquier empresa futura y el hilo que nos mantiene unidos al pasado, y de esta manera matan la personalidad de las ciudades que se llenan de gigantescas cadenas, unas iguales a las otras.

7. Los bibliotecarios, que alguna vez fueron los guardianes de los libros y hoy sólo miran y controlan sus presupuestos… porque destruyen libros que habrían durado varios siglos más para hacer espacio a discos y cintas que se desintegran en pocos años y en muchos menos se vuelven obsoletas.

8. Los coleccionistas, que han dejado de ser ratones de bibliotecas para convertirse en polillas sólo atraídas hacia lo que brilla; en otros tiempos centinelas de la obra de sus autores favoritos, hoy meros especuladores con el producto efímeros de la celebridad… porque han puesto los libros al mismo nivel que las muñecas Barbie.

9. Los maestros que recomiendan libros tópicos o basan sus recomendaciones en su propia pereza, en lugar de buscar lo mejor. Porque han fallado en pasar la antorcha de la civilización a la próxima generación.

10. Los revisores, que han olvidado el oficio de editar, porque se ponen al servicio del departamento de márketing y persiguen resultados rápidos y un nombre famoso o fácil de reconocer en lugar de buscar la calidad del contenido. Porque le ofrecen a los autores la ganga fáustica de la fama y la fortuna… mientras en público se rasgan las vestiduras.

11. Los críticos, por promover lo que ya ha sido publicitado, por encomiar con exageración a los ya consagrados con el objeto de llamar la atención sobre sí mismos, por hablar con autoridad eclesiástica de lo desconocido… y todo esto para que se les pague por palabra.

12. El público, el que no lee libros, el que no encuentra el momento; esos que viven a la luz temblorosa del televisor y serán los primeros en anunciar apocalípticamente el fin de la civilización… porque no han sido responsables de sus actos.

No son todas las que están ni están todas las que son, pero esta reflexión elegíaca de un mundo que fue y que muchos todavía creemos que es puede dar lugar a la reflexión y, sobre todo, a que en España dejemos de echarnos las culpas unos a otros y nos demos cuenta de una vez por todas de que cuando el lince desaparece, muchas otras cosas tuvieron que desaparecer antes.

El control de la palabra. André Schiffrin

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Autor: André Schiffrin
Título: El control de la palabra. Después de «La edición sin editores»
Páginas: 139
Año Edición: 2006
Editorial: Anagrama
ISBN: 84-339-6238-8

Comentario

Tras la publicación de «la edición sin editores«, más centrado en su experiencia y análisis del mercado norteamericano nos llega, debido a su conocimiento y su residencia durante medio año en París, El control de la palabra como reflejo y análisis no sólo de lo que pasa en Francia, sino lo que puede pasar en el «ámbito» del precio único.

Se podría sacar una primera conclusión peligrosa para el modelo pero que parece irse confirmando: la aplicación del mismo junto con otros factores puede ayudar a crear una situación de oligopolio cubierta de un barniz defensivo cultural.

Ya, en esta línea y hace unos años, aunque ha pasado más desapercibido, Editorial Popular publicó un libro de Janine y Greg Brémond que bajo el título de «Las redes ocultas de la edición» (2002) venía a hacer incidencia en temas parecidos que el tiempo ha ido agudizando.

Perfectamente podemos leer el libro de Schiffrin desde el punto de vista epañol. Basta, en la mayoría de ocasiones con ir haciendo un juego de cambio de nombres o/y de empresas.

Interesantes y discutibles, pero, insisto, interesantes, algunas de las propuestas que realiza para el mantenimiento de la edición de calidad y la diversidad.

Algunas ideas

– El libro de bolsillo, lo más rentable (pag. 27)

– El sector del libro sigue teniendo pocas barreras de entrada (pag. 123)

– Concentración y conformismo de los medios (pag. 20-21)

– Beneficios y volúmenes de negocio de algunos grupos (pag. 54-55,67 y 75)

– Porcentajes de canales de comercialización en Francia. Las librería independientes sólo el 18% (pag. 62-63)

– Quién está detrás de las industrias culturales en Francia (pag. 59-60)

– Modelos societarios para mantener la independencia (pag. 122)

– ¿Donde está realmente el negocio (pag. 83-84)

– Papel que puede jugar internet (pag. 117-118)

– Distribución y control (pag. 64)


Siempre hay algún libro que dé respuesta a nuestra necesidad más íntima

‘Para nosotros, lo sagrado de un libro eran las palabras, pero el papel, la tela, el cartón, el pegamento, el hilo y la tinta que las contenían no eran más que un recipiente, y no era ningún sacrilegio tratarlos con toda la licencia que dictan el deseo y el pragmatismo. El mal uso de un libro no era una señal de falta de respeto, sino de intimidad’ (Anne Fadiman. Ex Libris. Confesiones de una lectora)

Hoy al llegar a casa de mi madre, muchos sábados, seguimos comiendo las ya tres generaciones juntas, me encuentro esta imagen que me produce la ilusión de lo cotidiano, de algo que siempre nos ha acompañado y lo sigue haciendo.

En unos días podrán volver a sus estanterías.

Salvemos las librerías

Las Ferias quizás tienen una función que cumplir que es la de introducir, durante unos días por lo menos, el libro y su mundo en algunas de las conversaciones cotidianas tanto de lectores como de no lectores.

En estas épocas de tanto estímulo y de necesidad de buscar medios para fijar la atención puede que sean las principales campañas de atención e imagen del sector.

Manolo Rodríguez Rivero ha escrito en el ABC un artículo que lleva como título el mismo que este post. Mejor al revés: yo le he copiado el título a M.R.R. en el mismo e indicando el peligro de lo ocurrido en Francia, justo ayer hablábamos de esto, solicita, entre otras cosas al Ministerio un apoyo eficaz a las librerías independientes y termina con la siguiente reflexión:  Con cada librería que desaparece -y en nuestro país lo hacen muchas cada año- se pone en peligro la necesaria diversidad de un mercado de ideas en el que lo que más se vende no tiene por qué ser lo mejor en términos de calidad. El auténtico librero, a diferencia del que vende libros como un producto más de una extensa gama o, incluso, como gancho para atraer al cliente hacia mercancías más rentables, lo suele tener presente. Por eso en sus mesas de novedades -o, al menos, en sus estanterías- todavía queda espacio para esos otros libros que los hipermercados ignoran en beneficio casi exclusivo de los superventas. Proteger la librería no es una cuestión de nostalgia, sino de pura y simple salud cultural. Y democrática.

Preguntados los editores, y esto ya es cosecha propia, independientes o que se consideran independientes sobre los puntos de venta donde piensa que se trata con un cuidado especial su fondo editorial éstos son los puntos de venta agraciados con nombramiento.

Algunas primeras conclusiones:

1. No todos los que aparecen corresponden a la categoría que habitualmente denominamos como «librería independiente». De hecho es claro que ni todos los que lo dicen lo son, ni el decirlo supone realizar una labor de librero independiente.

2. Muchas provincias son más las que no aparecen que las que sí parece que se encuentran ya en una situación de «vacío» librero, por lo menos desde el punto de vista de los editores y, en algunos casos, no existe el peligro tan directo de la gran superficie.

3. Una lectura maligna: ¿será que en el fondo a los editores independientes no les interesan las librerías independientes?

Precio fijo – Precio único. No es oro todo lo que reluce

Se acaba de aprobar en México una nueva Ley del Libro que aprueba el precio fijo.

Aún existiendo una postura claramente mayoritaria en el sector tanto allí, parece, como aquí de defensa del mismo, mejor único que fijo porque el precio es variable en el tiempo y, en todo caso en un momento temporal es único, conviene no perder de vista algunos interrogantes que se plantean y que no convendría esconder.´

Leo ayer lo siguiente:

¿No fueron acaso quienes promulgan como panacea el precio fijo quienes crearon el problema al crear un mercado secundario del libro en los canales no tradicionales? (Vía Roger)

En la encuesta sobre edición independiente que, poco a poco y en ratos libres vamos corrigiendo y ordenando se preguntaba tanto a editores como expertos su postura y opinión. En porcentajes aproximados un 15 % tanto de editores como de expertos no son partidarios del precio único y, entre otros argumentos se señalaba el siguiente: «El precio fijo beneficia sobre todo a las grandes editoriales que están presentes en todos los segmentos de venta».

Los niveles de concentración de mercado en Francia, defensor clave del precio fijo que Schiffrin nos refresca en su último libro y que comentaremos en breve nos deben hacer ver, y lo digo desde una postura de defensa del sistema de precio único que no es oro todo lo que reluce o, mejor dicho, que hay una serie de trampas internas que impiden que los efectos que realmente pretende el precio único se consigan de verdad.

Retos del sector. Kepa Murua

1. Edición de calidad.

2. Normalización en las relaciones entre los distintos profesionales del libro como editores y distribuidores.

3. Potenciación y profesionalización del mundo de las librerías.

4. Apoyo de las instituciones para que la edición tenga una proyección directa en las bibliotecas del país.

5. Difusión del libro de edición privada en las escuelas del país para fomentar la lectura.

Kepa Murua – Editorial Bassarai