Cuando la tecnología mal implementada complica las cosas.
Algunos ya sabréis que La Fnac de Bilbao ha puesto unos «cobradores
automáticos», máquinas maravillosas que dicen hacer el trabajo de los
humanos, sobre todo cuando no hay ningún humano cobrando.
El viernes a la tarde me dirigí a la Fnac de Bilbao para ver posicionamientos de algunos títulos y comprar un par de cosas.
Cuando llegó la hora de pagar una máquina con problemas de audición y de
habla, sorda y muda y sin capacidad de visualización de mis posibles
expresiones y dudas me atendió dentro de los niveles que su capacidad
podía permitir. Fue capaz de leer los códigos cuando mis hábiles manos
los colocaron de manera adecuada delante del lector correspondiente, de
hacer la suma de los productos y de leer la banda magnética de mi
tarjeta cuando la hice deslizar por el lado adecuado y a la velocidad
conveniente por la ranurita que cumple las funciones de lectura.
No fue capaz de metérmelo en una bolsa, lo tuve que hacer yo ni de darme
el resguardo para firmar de la tarjeta. Para ello tuvimos que pasar a
un segundo punto donde ya una persona humana iba solicitándonos nuestra
documentación acreditativa de nuestro ser para validar con su vista, la
de la máquina no valía, el pago que habíamos realizado.
A esta persona humana le solicité información de dónde me harían una
factura de uno de los dos productos que había comprado. Amablemente me
indicó que en la entrada. Este proceso no era posible realizarlo con la
máquina donde, además, en ningún momento se informaba de las
posibilidades y modos de hacer las facturas.
Cuando me dirigí a la entrada para solicitar la factura de uno de los dos
productos que había comprado me dijeron que ¡no era posible!. Les
aseguro que no era una máquina la que me lo decía. Era una persona que,
quizás, había mimetizado algunos comportamientos de máquina. Le indiqué
lo más amablemente que puede que seguro que sería posible. Insistió en
que no lo era. Insistí en que tenía perfecto derecho a solicitar
factura de los productos uno, dos o un millón que hubiera solicitado.
Tras una llamada la factura fue posible después de «deshacer» o fragmentar
todo el proceso de compra. ¡Maravillas de la técnica o, mejor, de los
humanos que la implementan mal! ¡Problemas cuando las personas se
convierten también en mutantes que sólo responden en función de la
programación simple!
Si va a la Fnac no se fíe de las máquinas ni tampoco de lo que le digan algunas de las personas. Pueden haber sido contaminados por el «metal».
Con todo es curioso cómo el proceso de venta está pensado en función de la
empresa y no del cliente y cómo no se es capaz de programas espacios de
disrrupción que rompan la no necesaria linealidad de un proceso.
El único proceso posibles es totalmente lineal: una venta es una línea o
varias líneas de producto que admiten aparentemente una única forma de
pago a través de un único medio generando un justificante de compra
(ticket) que sólo es posible facturar en su totalidad. Esta es la
lectura lineal que hago de lo que me sucedió.
Veamos algunos ejemplos que, en función de lo que me pasó es muy posible que no estén contemplados:
1. Compra de un objeto caro que sea pagado contra dos tarjetas distintas.
2. Pago de un objeto una parte en metálico y otra con tarjeta.
3. Facturación de sólo una parte de la compra (lo que me sucedió).
4. Una única compra de varios productos que requiera varias facturas.
¡Con tanto lío nadie me dijo que podía pasar la Travel!