
Sí, sí. Para mí un auténtico regalo, un don que produce una satisfacción inesperada, causa sorpresa, alegra el espíritu vital y hace iniciar el día con otro toque.
Recibido ayer a la noche. Tal cual. Sólo me he tomado la licencia de convertir nombre y apellido en iniciales.
Estimado quien seas…:
Te escribo estas líneas sólo para agradecerte la ayuda que me has prestado con tu blog. Me llamo E. y, desde hace un año, se me ha metido en la cabeza montar una editorial. No sé si la primera frase que escuché fue: «¿Estás loca?», «Eso es imposible» o «De eso no se vive». Para el caso patatas. Vivo en Asturias, tengo 34 años y, cómo no, soy filóloga. Para rematar la jugada, tuve también la brillante idea de apuntarme a un máster de Edición que justo estoy terminando ahora. Me quedan 4 días para entregarles un proyecto editorial y todavía no sé siquiera qué distribuidoras hay, cuáles trabajan mejor con pequeñas editoriales, cuáles tienen «mejor mano» con los libreros… Eso estaba buscando cuando di contigo. Tras leerme gran parte de tu blog de un tirón (y así el dolor de cabeza que tengo en estos momentos) y sacar un montón de datos que fijo que me sirven, se me ha ocurrido agradecértelo. Antes de dar contigo, venía de entrevistarme con una editora asturiana que me dijo que una editorial pequeña no empezaba a mantenerse a flote hasta llegar a los 100 libros publicados. Imagínate mis desconsuelo, cuando mi idea era publicar unos 12 libros al año (lo que tenía planteado eran
libros para adultos de relatos con ilustraciones, con la parte «física» del libro lo más cuidada posible, y eso lleva tiempo). Gracias a uno de los enlaces que propones, llegué hasta el artículo de El País, donde se entrevista a editores que se dedican justamente a tener un fondo editorial del nivel que yo quiero. Ahora seguiré navegando. Ya apunté las editorales (algunas ya las conocía porque llevo todo el año en búsqueda del libro ilustrado para adultos, comprándome libros, hablando con libreros que no tienen ni idea de que existan tales cosas…).
Muchísimas gracias de nuevo. No veas qué dificíl es, en plena era de la información, informarte en condiciones.
Te dejo como regalo un cuentito que acabo de escribir, sacado de los comentarios de Prada sobre los cementerios de libros. Ya ves, no sólo me has ayudado, sino que me has servido de inspiración.
«Mi afición me vino en una librería de lance. Buscaba yo una edición casi imposible de encontrar del Dioscórides, cuando lo vi allí, tan feo y maltratado, asomar su esquinita de libro huérfano entre otros tantos parias de la publicación. Lo tomé entre mis manos, más por lástima que por interés, y me di cuenta de que sus páginas estaban sin abrir, con los bordes de sus pliegos aún por guillotinar. Me lo llevé a casa para desvirgarlo como él se merecía: con mimo, con el placer y la precisión de un buen amante. Él fue el primero de una larga lista de ediciones sin mácula desfloradas por mí. Fue tanta mi pasión por esta práctica, que busqué empleo en un cementerio de libros. Para quien no lo sepa, los ejemplares que no se llegan a vender en cierto margen de tiempo acaban siendo destruidos, quemados o triturados hasta convertirlos en migajas sin alma. Me dieron un puesto de trabajo desde el que controlaba la cinta transportadora. No se imaginan qué terrible es contemplar la mirada inocente de los libros cuando saben que han llegado al matadero. Uno diría que oye los gritos de los que van siendo despedazados, y sus hojas se retraen, con miedo, y les tiemblan las tapas a los más cobardes.Yo hago como si quitase grapas u objetos metálicos que pudieran dificultar. Todo mentira. Llevo años dedicado a rescatar a mis virginales efebos de su cárcel de olvido. Y a veces lloro con ellos, ya en mi habitación, cuando por fin les leo sus entrañas y me preguntan
por qué, y no sé cómo explicarles que muchos de ellos nacieron ya condenados, presos, vírgenes y mártires, en este estúpido mundo de la prisa.»
Saludos desde Asturias:
E. R.
P.D.:
Espero que tu correo no tenga nada que ver con el verdadero Barandiaran que murió en 1991 porque, la verdad, no me sentiría muy cómoda carteándome con un fantasma.