20 de agosto.
Ayer, después de la cena del día anterior, nos tomamos el inicio de jornada con tranquilidad.
Está bien comprobar que en medio de una ciudad en fiestas hay también espacios que facilitan el ‘reposo del fiestero’ sin agobios, tranquilos y con poca gente, por lo menos en determinadas horas.
Las noticias del mediodía, la información sobre el accidente aéreo truncó el resto del día. La tarde se convirtió en un extraño zapping televisivo e internetero, atontado en el sofá, que sólo al final de la misma cuando ya toda la crudeza estaba delante de nosotros abrió paso a la necesidad de airear un poco la cabeza buscando el aire, la compañía sosegada y algún ritmo tranquilo y casi melancólico que durante un rato Oskorri junto a la Banda de Bilbao fue capaz de poner.