Sé que puedo parecer un cascarrabias, pero no me acaba de convencer el montaje de la Biblioteca Nacional con Bubok.
Me gustaría, por lo menos saber en esta compra hipótetica de Brutus quién se queda con qué.
Aplaudo la idea y el hecho de no aumentar el espacio dedicado almácenes de papel usado estatales, pero me gustaría ver al lado de cada libro cuánto se lleva-queda cada parte interviniente.
Es cierto que hay empresas que realizan impresiones fascimilares y las comercializan. La diferencia es que en este caso la Biblioteca me lleva a Bubok y ¡qué quieren que les diga no acabo de verlo!
Es curioso… resulta que han puesto un sellito en algunas (¿todas?) las entradas de los libros en el que certifican que está verificado.
En particular, «Brutus» está verificado por Bubok.
Lo gracioso es que he pinchado en la entrada del Beato de Liébana y está verificado por…. ¡el autor!
Por otro lado, estoy de acuerdo contigo; a mí también me interesaría saber quién se queda con cuánta parte, pero no cuento con que me lo digan… aunque la BN sea un organismo público y haya cierta obligación moral (¿legal?) de transparencia económica.
Es otra demostración más de la escasa voluntad de transparencia de las administraciones y de un mal uso de los fondos públicos.
¿No pagamos ya esos libros y su custodia con los impuestos? ¿Tienen entonces que tener el mismo precio para todos? ¿No deberían los no residentes -es decir, los que no ayudan a pagar la BN con sus impuestos- pagar más por esos libros?
¿Y los estudiantes o los jubilados?
¿Por qué una gestión lineal de la cultura?
Seguimos sin pensarla como servicio público.