Tras reflexionar, se me puso enfrente y me dijo:
– No somos perezosos. Sólo que nos tomamos nuestro tiempo para vivir. Algo que no les ocurre a los occidentales. Para ellos, el tiempo es dinero. Para nosotros, el tiempo no tiene precio. Un vaso de té nos basta para ser felices, a ellos ninguna felicidad les basta. Ahí está la diferencia, hijo.
(Yasmina Khadra; Lo que el día debe a la noche; pag. 87-88)