Y por amor a la memoria
llevo sobre mi cara la cara de mi padre (Yehuda Amijai)
Con esta cita arranca ‘El olvido que seremos‘ de Héctor Abad Faciolince.
Recuerdo vagamente que haía visto la reseña en un ‘semanal’ reciente.
Tenía la sensación, aunque no lo había consultado, que el libro estaba en la lista de los pendientes como así ha sido al final.
Sé qué día lo compré y dónde empece a leer con gusto las primeras páginas.
Recuerdo también perfectamente cómo el libro me acompañaba en el asiento del copiloto cuando iba a buscar a una persona y cómo le comenté que el libro me había enganchado.
Me mueve y hace aflorar recuerdos personales, sensaciones vividas y que todavía tengo presentes. El padre descrito me vuelve a acercar al mío. Realidades distintas, talantes muy parecidos.
La literatura vuelve de nuevo a hacerse vida vivida y ahora también añorada.
Tres retazos….
– Creo que el único motivo por el que he sido capaz de seguir escribiendo todos estos años, y de entregar mis escritos a la imprenta, es porque sé que mi papá hubiera gozado más que nadie al leer todas estas páginas mías que no alcanzó a leer. Que no leerá nunca. Es una de las paradojas más tristes de mi vida: casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme, y este mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra. (22)
– Mi papá siempre pensó, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo. En un cuaderno de apuntes (que yo recogí después de su muerte bajo el título de Manual de tolerancia) escribió lo siguiente: «Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad» (24)
– Yo que entiendo las cosas bien, pero despacio…. (12). De hecho todavía estoy en ello.