Históricamente, cada gran salto de productividad ha reducido el tiempo libre. El tiempo de una persona que, precisamente gracias a su mayor productividad, gana mucho por hora, vale tanto, que no puede darse el lujo de disfrutarlo… La elegancia antigua consistía menos en cierto desahogo de recursos que en cierto desahogo de tiempo. Hoy nos parece miserable vivir sin algunas cosas que antes hubieran sido grandes lujos; en cambio, nos parece normal vivir en la más completa miseria de tiempo disponible, y ni siquiera nos sentimos pobres diablos, en una situación rabona y poco elegante: por el contrario, consideramos pobres diablos a quienes tienen tiempo de asolearse y platicar. Preferimos usar los aumentos de productividad para producir más, no para producir lo mismo en menos tiempo. (Gabriel Zaid; El progreso improductivo; pag. 134)
Seguimos siendo tontos……