Una buena amiga me regaló hace poco una dedicatoria. Dice así:
Un día alguien me regaló una dedicatoria.
Hoy la hago mía y te la regalo a ti:
«Soy un trapero del tiempo»
Suelo ser de ritmo lento para los temas vitales. Me tomo mi tiempo. Intento ver lo que una decisión va a suponer y casi siempre coincidiendo con la cercanía de fechas significativas o con momentos de más calma tomo un nuevo rumbo vital.
Los sábados no son un mal día.
Mi vida, por lo menos en su quehacer y también en el ámbito relacional ha cambiado en los últimos tiempos.
Por un lado en el trabajo diario me muevo en una amplia constelación de relaciones. El tiempo del que dispongo para vivir (hacer+pensar+sentir) se ha visto cambiado, mutado y haciendo más difícil el buscar el poso que mi externalidad activa debe ir dejando.
Algunas de las ‘tareas’, como este blog, se han convertido en una rémora a la que de mala manera l voy dedicando retales de mi tiempo más como una obigación impuesta que como un deseo de seguir en ello.
Prefiero ahora dedicar momentos a estar y conversar, a pasar una tarde en compañía a juntar pequeños trozos de vida para posibilitar momentos de encuentro más duraderos.
El tiempo es un recurso escaso por lo menos en mi caso y toda decisión de hacer A supone dejar de hacer de B a Z. No puedo tocar todo el vocabulario así que intentaré centrarme y dedicarme a las letras principales. Está claro que éstano lo es para mí ahora.
Ya lo digo es un ‘hasta luego’ porque este espacio personal y compartido ha sido un buen acompañante en una etapa de mi vida.
Seguiré casi con seguridad en facebook dejando caer de vez en cuando algunos textos que me tocan, que penetran en mi vida y dedicaré el tiempo escaso que el hacer me deje al pensar y sentir, a emocionarme con el encuentro tranquilo y pausado como contrapunto en estos momentos imprescindible de una vorágine vital, de una montaña rusa que requiere el encuentro pausado para asumir lo hecho y vivido.
Cuando se acerca un año más de ‘acumulación de juventud’, como ayer me decía una amiga, y uno ve y siente más cerca la figura paterna interiorizada y asumida ve que es el momento, nunca se sabe si acertado, de decir un ¡Hasta luego!
¡Quién sabe si nos volveremos a ver por aquí….!