Burgos

Parece que me agrada ir de ciudad en ciudad.
 Donosti, Madrid, Pamplona y Burgos no es un mal periplo en una semana.
La ventaja en todos los casos. La compañía.
Ayer anduve por Burgos charlando y comiendo y tan a gustito estábamos que luego hubo pérdidas de transporte que se pudieron solventar.
Conversación en zapatillas que diría la otra parte. A gustito. Disfrutando del sol y del ritmo tranquilo de la ciudad así que con ello la conversación se nos iba alargando.
Seguro que ella entenderá bien el sentido de esta frase hoy aquí al final.
La unanimidad nos aletarga, la diversidad y el desacuerdo nos despiertan. (Juan Domingo Argüelles: Del libro, con el libro, por el libro… pero más allá del libro; pag. 18)

Pamplona

 Vuelvo a Pamplona. Las ciudades son también las personas. El viaje es también el encuentro o el reencuentro con alguien con quien nos apetece estar.
Mediodía en la Plaza del Castillo mientras espero la hora. Poca gente. La mayoría turistas a estas horas.
Me acompaña un libro de Miguel Sánchez Ostiz, Vivir de buena gana
 Ahora ya pasado el día, en la mañana del siguiente, retomo un texto suyo en Sin tiempo que perder.
La gratitud es algo más que un sentimiento vago. En en lenguaje de la Cuenca de Pamplona en el que palabras vascas genuinas se mezclan con las castellanas, existe una expresión que me gusta mucho. «Quedar a la ordea». En un sentido literal vendría a decir «quedar al regalo» y expresa un sentirse en deuda con la persona que nos ha hecho un presente inesperado o un favor, o nos ha facilitado las cosas, sin más,  en ese límite en el que el estricto cumplimiento de un deber se convierte en facilidad, en gracia. (pag. 62).
 Me invita a comer en un bello espacio, con historia, al lado del río. Nos ponemos al día, hablamos, paseamos.
Nos sentimos a gusto en la compañía mutua. Disfrutamos del momento del encuentro, del sol, de la tarde tranquila mientras decubrimos espacios en los que no habíamos estado.
Ya con el regreso a la vuelta de la esquina me reencuentro con dos espacios símbolo de un pasado vivido y quizás también de un todavía presente que me chocan y me llaman la atención.
Sé que no son lo más importante, pero imponen con sus presencia.

Las escaleras del metro

Vuelvo a Madrid. Trabajo y conversación. Aperitivo, comida, charla. Tiempo tranquilo en el aeropuerto para ordenar y leer mientras ya muchos estarán pendientes del partido.

En Madrid intento cuando las distancias lo aconsejan desplazarme en metro. Me resulta un estupendo espacio para la observación, una plaza pública en movimiento en la que supongo también seré observado.

Me gustan las escaleras del metro donde mientras subes otras personas bajan o viceversa. Aprecio ese cruce de vidas a veces ensimismadas en el subir y bajar, de miradas, de sueños que nunca se encontrarán.

Y me admiran sobre todo las mujeres lectoras en la escalera. Hoy sólo les he visto a ellas. Capaces de micromomentos de lectura durante el tiempo que dura el viaje del tramo correspondiente para dejar su actividad y enlazar en el siguiente. Admiro esa capacidad automática de concentración para volver a la tarea lectora en cuanto se pone el pie en el primer peldaño que las va moviendo abajo o arriba mientras su cabeza vuela mucho más lejos de los raíles en los que ya de forma más sosegada y con el tran-tran sea sentadas o de pie seguirán con su viaje.

Parece que siempre son capaces de ir más lejos que nosotros.

Identidad relacional

Terminé ayer de leer el libro de Anjel Lertxundi Vida y otras dudas.
Tengo unas cuantas notas apuntadas en mis hojitas con su página y refrencia.
Ayer también se cumplía el séptimo año de mi inicio en este mundo de los blog.
Casualidad, quién sabe, que lo compartiera ayer con quien me ha enseñado mucho sobre este mundo y sobre formas distintas de ver y compartir la vida en la que algunos intentamos movernos..
Así que me viene al pelo una de las citas de Anjel.
El ser humano es relacional, y la esencia de la relación es el trasvase entre diferentes. La identidad, personal o colectiva, pertenece al ámbito de la relación. La identidad no es el resultado de un elemento, de un color, de un único modo de estar en el mundo. Si ayer no era así, menos lo es hoy.
La tradición no es una, no es única. La literatura y el arte se han globalizado y el gusto se ha diversificado. Es cada vez más difícil -más difuso- hablar de literatura  o arte o cultura nacional.
Todos nosotros contamos con una red múltiple de referencias. Mucho más nutrida que la de las generaciones que nos han precedido. Y también muy difenrente. (pag. 203) 

Recovecos y zonas oscuras

Empiezo la lectura de Vivir de buena gana de Miguel Sánchez Ostiz, su dietario de los años 2008 y 2009.
En sus primeras páginas me encuentro con algunas referencias o notas en torno a la intimidad que comparto.
– Tenemos recovecos en los que no entra nadie, en los que jamás vamos a dejar entrar a nadie, que muy raras veces vamos a compartir: los secretos que nos sostienen y que pueden destruirnos. (pag. 6)
– Zonas oscuras, llama Steiner, a esos terrenos de nuestra privacidad, de nuestra inconfesable intimidad, donde guardamos nuestros temores más vitales. (pag. 16)
– Nuestra verdadera intimidad es un lugar oscuro, casi impenetrable. (pag. 19)
Quizás hoy entreabra alguna puerta aunque eso no asegure que entre un poco de luz.

Cruce de vías

He pasado unos días agradables en Burdeos y alrededores disfrutando del paseo, del mirar de cierta tranquilidad.
Me ha tocado algún día por motivos que no vienen al caso pasar un cierto tiempo sentado viendo la vida pasar en una terraza que está justo enfrente de la estación de trenes. Mientras pasaba allí las horas me iba haciendo mis historias del ir y venir de muchas personas que paraban allí mismo tras su llegada o que hacían tiempo antes de su partida.
Cuando llegaba hoy al mediodía a Biarritz y compraba El País como si de una casualidad se tratara me he encontrado en sus páginas con el artículo de Luisa Etxenike Vías cruzadas que termina así:
La historia europea reciente está ligada a los trenes con una intimidad y una significación al límite. Las imágenes más estremecedoras, más demoledoras, de nuestro siglo XX tienen como escenario una estación. Los europeos tenemos la memoria y el imaginario -infinidad de obras de arte han contribuido a cimentarlo- llenos de estaciones, de andenes abarrotados de personas maltratadas, empujadas por la barbarie hacia la deportación y el exterminio. Los europeos tenemos la responsabilidad ética llena de andenes. Pienso que cualquier proyecto de cultura debe tenerlo presente. Y ahora mismo, en esta coincidencia de noticias, cruzar los itinerarios de todos los trenes: el de la capitalidad y el de los inmigrantes; el que lleva alegría y el que carga sufrimiento; el que aspira a más riqueza y el que escapa de la pobreza. Creo que sólo hay cultura, que sólo habrá Europa, en una convicción de vidas-vías cruzadas.
Algo de eso había en mi espera.

Sin remedio

Todos nos herimos tarde o temprano. Luego nos gustaría echar marcha atrás y remediar lo irremediable. Hay cosas que no tienen remedio y es preciso aprender a vivir con ello y vivir en el recuerdo de los días mejores, y en la pena, claro. (Miguel Sánchez-Ostiz; Sin tiempo que perder; pag. 286)

Buscando el bálsamo

A veces las palabras nos encuentran.

Leía ayer

– Sé cocinar, sé hacer la colada, dame posada.
– No es suficiente.
– Sé cantar acompañándome de la cítara.
– No es suficiente.
– Sé hacer bufandas con pieles de liebre.
– No es suficiente.
– Sé preparar el bálsamo que sanará tu tristeza.
– Eso es mucho. Sé bienvenido.

(Anjel Lertxundi; Vida y otras dudas; pag. 179)

Aquí. Esperando a dar la bienvenida.

Artxanda

El sábado subí a Artxanda donde se encuentra uno de los espacios mejores para sentir cómo se encuentra Bilbao sin nosotros, los que estamos en ese momento viendo la ciudad desde lo alto.
El mirador es un lugar habitual donde suelo llevar a amigos y conocidos cuando se acercan a la ciudad.
De pequeño iba frecuentemente con mis padres bien en funicular cuando iba con mi madre o en coche los fines de semana cuando nos acompañaba también mi padre.
Sigue siendo, por lo menos el sábado cuando fuimos, un espacio tranquilo donde se mezclan niños y mayores.
Allí sigue estando la pista de patinaje ahora ya cubierta y el paseo mirador con Bilbao a sus pies.
Algún adolescente madrileño se ha quedado embelesado de la vista del ‘botxo’ desde las alturas y yo me volví a quedar el otro día clavado en la nostalgia al sentir cómo los espacios cobran vida y toman sentido de nuevo en función de las personas que nos acompañan.
Algo parecido, creo, a lo que cuenta Miguel Sánchez Ostiz cuando escribe:
Esa vista de los montes de Baztán desde San Juan de Luz me gusta, porque desde allí, cuando estaba despejado, que no siempre lo está, decíamos: «¡Mira, San Juan de Luz!». No es tanto una geografía, como el recuerdo de las personas con las que a lo largo de los últimos años he estado alguna vez en estos montes». (Sin tiempo que perder; pag. 42)

Slow publishing

Las reflexiones y propuestas de André Schiffrin en torno al sector del libro me han parecido siempre en general interesantes y sugerentes.
No es además un cualquiera en este mundillo. Acumula experiencia y buen hacer. Además parece que las apuestas que ha ido haciendo han sido siempre bastante consecuentes.
En el ‘Almuerzo con…’ de El País de ayer se recogen algunas perlas que creo son de interés.
– La primera es precisamente la que hace referencia al título que siguiendo el modelo y la tendencia slow food plantea el slow publishing que, entre otras cosas, pretende dar más tiempo a los libros en las librerías para que puedan ser encontrados.
– La segunda es la reflexión que plantea sobre las librerías. Dice: El cierre de librerías significa que habrá menos lugares en los que los lectores descubran los libros. Siempre he dicho que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabías que querías.
Para este encuentro imprevisto siempre hace falta tiempo como para casi todo lo que merece la pena en la vida porque es donde apostamos siempre por un recurso finito y medido.

Rechazo, literatura y vida

Terminé ayer de leer, mientras otros comían Éxito, un libro sobre el rechazo editorial de Iñigo García Ureta.
He disfrutado con su lectura.
Me quedo entre otras cosas con sus dos últimos párrafos previos a los agradecimientos y a la última encuesta que incluye y que van más allá del mundo de los libros.
Dicho esto, he aquí la invitación: en el instante previo a enviar tu libro a una editorial, cuando creas haber escrito algo que cambiará la percepción de tus futuros lectores (incluso de los que te lean cuando ya hayas muerto), te animo a que recuerdes que nada te preparará para la vida salvo vivirla. Así entenderás cada rechazo como una experiencia nueva y siempre podrás sacarle partido.
Para hacerlo, bastará que captes lo que te suceda sin perder el entusiasmo. (pag. 140)
Con el autor y el editor (Manuel Ortuño) en el último Liber celebrado en Barcelona.

¿Cambiar el mundo?

Siempre en la tensión entre el excepciticismo y el posibilismo, entre el pasotismo y el querer hacer, entre la mentira que nos rodea y la verdad que aveces se descubre rascando, entre las personas con las que trabajar y la gente que les tapa….
«No puedo decir que esté nervioso, pero tampoco estoy tranquilo. Si lo que estoy haciendo quedara inconcluso, el mundo no perdería nada. Si terminara lo que estoy haciendo, el mundo no cambiaría. No obstante, sigo escribiendo, con la misma tensión y fe de quien tiene la fuerza necesaria para cambiar algo en el mundo. Y cuando la resignación llama a mi puerta, recurro a una frase del Cuaderno de Rilke: ‘He hecho algo contra el miedo. He permanecido sentado toda la noche, y he escrito’ «. (Anjel Lertxundi; Vida y otras dudas; pag. 114)

Ocaso

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Sabemos cuándo termina la vida del día.
Horas fijas, finitas que van pasando, cayendo, una tras otra.
Va bajando la luz, apagándose poco a poco hasta que al final todo es negro para descansar y volver a empezar.
No sabemos cuándo termina nuestra vida.
Sus horas y días sí son finitios, van también cayendo, pasando uno tras otro, pero nunca sabemos cuándo se va a producir el corte de luz. Vivimos siempre con el sueño de que algún día lejano llegará.
Todo cambia en cualquier caso cuando aparece el corte de luz repentino o cuando ya nos ponen fecha tope de apagón.
Quizás en este segundo caso la vida en lo que queda vuelve a nacer a empezar de nuevo como si ahora supiéramos ya el ritmo y el tiempo que tenemos para aprovechar. En otros puede que la sola noticia del final nos provoque el apagón repentino.

Sumisión

Si no haces voto de obediencia en alguna cofradía no caertarás jamás. Conviene profesar y hacer los votos de que se trate, ya sea silencio, ya obediencia, y nunca hablar más que entre conjurados: es la única manera de tener la fiesta en paz. (Miguel Sánche Ostiz; Sin tiempo que perder; pag. 23)
La paz de los cementerios.
El silencio del miedo.
La obediencia sumisa.
Las palabras huecas.
Todo vale con tal de no salirse del carrejo

Más adelante..

El horror de pensar en grupo no sé si se aprende o se mama. No hay compromiso que cien años dure, salvo el del rebaño. ese sí, ese va de la cuna a la sepultura. Los que van en el cortejo lo saben. Admitir sin rechistar las ideas del común es el requisito imprescindible para ir de mozorro en esa procesión siniestra que nos conduce por fuerza a la fuesa. (pag. 45)

Incomunicado

Curioso.

Por el motivo que sea me ha dejado de funcionar hoy a la tarde la tarjeta sim del móvil. Lo primero que me produce es una cierta sensación de incomunicación por la falta de uso de un aparato como si el medio se hubiera convertido en fin.

A veces parece que los textos nos hablan así que como muchos días abro uno de los libros recientemente leídos para retomar alguna de las citas, párrafos o textos que me han llamado la atención y me encuentro con éste de Alberto Manguel.

No existe sociedad humana sin lenguaje. Las palabras nos permiten establecer un intercambio intelectual, pero también un intercambio físico y material al identidicar, describir y legislar. Las palabras definen nuestro espacio y nos otorgan un sentido del tiempo. Aquí y allá, como ahora, después y antes, son creaciones verbales, al menos en cuanto nos permiten concebirlas. Las palabras confirman nuestra existencia y nuestra relación con el mundo y con los otros. En este sentido, somos creaciones de nuestra lengua: existimos porque nos nombramos y somos nombrados, y porque damos testimonio de nuestra experiencia en palabras compartidas. ese proceso de identificación y reconocimiento, de creación y crónica no acaba nunca, siempre está por ser dicho enteramente. Ninguna sociedad tiene la última palabra. (La ciudad de las plabaras; pag. 19).
La imagen es de Bolorino

Madrugada de lunes

Disfruto mucho de las primeras horas del día cuandotodavía la oscuridad de la noche que empieza a desperezarse y el silencio en la casa son la única compañía.
Disfruto de escuchar, es casi el único ruido a esas horas, la ducha del vecino que me indica que en breve saldrá para el trabajo.
Lo disfruto todavía más los lunes cuando está la semana por delante con la ilusión y las ganas todavía sin ser vapuleadas por el ritmo constante de los días que van cayendo.
Con todo y con esa sensación de disfrute y de volver a intentarlo para quizás tropezar otra vez en la misma piedra no le viene mal esta pequeña sordina de Iñaki Uriarte:
Decir que la vida y el mundo son algo magnífico, que hay que aceptar plenamente como un regalo es una estupidez. A lo más que llega la gratitud por star vivo es a la sensación de que, a pesar de ello, te estás librando de una buena. (Diarios 1999-2003; pag. 70)

Tecnología y chantaje

Ahora, cada vez que aparezca una nueva tecnología, intentará demostrar que quebrantará las reglas y los límites que ha encontrado cualquier otra tecnología anterior. Se presentará orgullosamente como única. Como si una nueva tecnología comportara, de manera automática, la capacidad natural, en sus nuevos usuarios, de omitir cualquier proceso de instrucción. Como si llevara dentro de sí un nuevo talento. Como si fuera a barrer todo lo que la precede, transformando al mismo tiempo en rezagados analfabetos a todos los que osaran rechazarla.
He sido testigo de este chantaje toda la vida. En cambio, en la realidad sucede exactamente lo contrario: toda nueva técnica exige un nuevo lenguaje, tanto más difícil si nuestra mente está «formateada» por el uso de lenguajes previos….
La tecnología no es en absoluto una ventaja. Es una exigencia. (Jean-Claude Carrière en Nadie acabará con los libros; pag. 42-43)

Manualidades domésticas

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Le comentaba el otro día a una persona que en estos momentos y en el día a día una de las cosas que más me relaja es a la tarde noche, cuando llego a casa, preparar la comida del día siguiente.
Corto así de alguna manera la actividad intelectual y me pongo en contacto con una tarea más manual, del día a día, pendiente de lo concreto que otros disfrutarán al día siguiente.
Me supone mentalmente una vuelta a lo cotidiano que requiere de una atención concreta en ese momento, que será disfrutado por otros en un espacio breve de tiempo y me aleja así durante un rato de las grandes ideas y proyectos y siento que durante ese espacio de tiempo me sitúo algo más cerca de la Artesanía tal y como la entiende Richard Sennett.

«Es posible que el término «artesanía» sugiera un modo de vida que languideció con el advenimiento de la sociedad industrial, pero eso es engañoso. «Artesanía» designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más». (El artesano; pag. 21)