¡Curioso nombre para una librería que la historia ha convertido en dos!
He disfrutado de un estupendo fin de semana por tierras burgalesas.
La excusa era asistir a La Noche Blanca que desde hace unos años viene celebrándose el último sábado de mayo con una programación que se extiende por el casco de Burgos y que, además, de cara a su preparación buisca la implicación, por lo menos, de los más jóvenes.
Me habían hablado mucho y bien de una librería familiar que en su origen tuvo un único propietario, el abuelo de Álvaro II, su padre también se llama Álvaro y sigue siendo librero, y que el tiempo y los temas familiares ha convertido en dos ‘Luz y vida’. Una la regenta el tío de Álvaro II y la otra los ‘Álvaro’.
A ella me acerqué (c/ Laín Calvo 38). Pequeña. Coqueta. Con sobreplanta. Bien situada y se palpaba la buena atención. De las que suelo decir que amén de encontrar o que te encuentren lo que quieres siempre te podrás encontrar con alguna sorpresa.
Tenía en este caso en la cabeza el último de Marai, La gaviota, y allí estaba; pero ¡oh! estaba en uno de las escaparates y la llave se la había llevado el padre que había salido en ese momento a tomar un café con un cliente.
Comida en Castrojeriz en El Mesón. Rica, rica. Precioso pueblo y preciosos los alrededores. ¡Estupendo queso a menos de cinco quilómetros! y descubrimiento también de un acuerdo entre pequeños y diferentes para utilizar el Camino de Santiago como eje: Posadas del Camino que poco a poco se va construyendo y haciendo camino. Así que en Castrojeriz El Mesón y La Posada parecen estar en buenas manos.
En la tarde-noche ya en Burgos Álvaro II estuvo solícito y atento, como lo ha estado su padre hoy a la mañana en la Catedral. ¡De casta le viene al galgo!.
Lo que a la mañana se había quedado en el escaparate se convirtió a la noche en un regalo inesperado. Así que desde aquí de nuevo gracias.
Burgos me ha resultado una ciudad amable, cómoda, tranquila, bella. Más de una vez ha sido punto de encuentro con otras personas y amigos.
Hoy he terminado la jornada al mediodía antes de volver a Bilbao acompañando la comida con un crianza de Ribera sugerente en su nombre ‘El arte de vivir‘
que me daba incluso para filosofar en la comida y pensar que quizás las morcillas que había comprado antes en Casa Quintanilla debían dedicarse o no al famoso dirigido a algunas personas de ¡Que les den morcilla!
Volverá en breve porque no sólo la ciudad sino su entorno merecen la pena.
>Castrojeriz…. el pueblo de mi padre…Bonito, pero no tanto para aquella adolescente sin costumbre de echar siesta en pleno agosto… 😉
>Silvia:Casi siempre depende desde dónde lo miremos y/o lo vivamos.