Cuando uno escribe durante ocho años, ininterrumpidamente, en un blog, es que algo le pasa, algo no necesariamente malo. Karl Kraus anduvo treinta y pico de años escribiendo y editando él solo Die Fackel, aquella antorcha que iluminó las oscuridades del imperio de los Ausburgo y arremetió sin miramientos contra cualquier indicio de mendacidad o corrupción. Un blog, en comparación, es solamente una cerilla, no llega a antorcha, pero quienes se empeñan en encederla y avivarla día tras días, como Txetxu, tienen algo de pariente lejano de Kraus, aunque sea en Bilbao y con regusto a pincho.
Es cierto que Txetxu ha ido deslizándose -al menos así lo percibó yo-, del comentario y el análisis profesional sobre un sector que es su vida, a la confesión más personal e íntima, quizás porque el espacio se le quedaba pequeño, porque tenía más cosas que decir o porque va cumpliendo años y se va ablandando. Sea como fuere, quienes le seguimos le somos fieles, igual que aquel público imantado a los argumentos y las razones del gran Kraus, recalentados al tímido fuego de la cerrilla de su blog. Abrazos, (Joaquín Rodríguez)