Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro años. Afuera, la atmósfera es gris, casi blanca, no se ve el sol. Te preguntas: ¿Cuántas mañanas quedan?
Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto.
Has entrado en el invierno de tu vida. (Paul Auster; Diario de invierno; pag. 243)
Yo hoy al dar ya por finiquitados los 55 y empezar el año 56 me hago la misma pregunta, pensando únicamente que en vez de entrar en el invierno he entrado en el otoño de la vida, pero sabiendo que a veces las estaciones son traicioneras.
Para cobijarme espero poder celebrarlo hoy con algunas de las amigas a las que quiero y aprecio y que más allá de la distancia parecen estar atentas siempre al otro lado; pero eso será a la noche que siempre es mejor momento para la confidencia y el compartir.
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