En medio de este tiempo vacacional me encuentro con una entrada de Imanol en uno de sus blogs donde dice:
«El tiempo es dinero, claro que sí; pero el tiempo es también y sobre todo solidaridad, cultura, amistad, paternidad y maternidad, política, amor, humor… El tiempo es vida, en suma, en todas sus dimensiones y con toda su complejidad.
Desde una perspectiva social el reto al que nos enfrentamos no es el de encontrar maneras diferentes de microgestionar el tiempo de trabajo, sino de reorganizar el conjunto del ciclo vital. Eso significa tomarse muy en serio las desigualdades de tiempo, tanto las socioeconómicas como las que tienen que ver con el género, ese gran discriminador de todos los tiempos sociales (no sólo del tiempo productivo, también y muy especialmente del tiempo reproductivo). Eso significa asumir también que, puesto que ninguna organización del tiempo es natural, siempre habrá perdedores y ganadores en cualquier nueva temporalización de nuestras sociedades.
No nos llevemos a engaño: la guerrilla por la ocupación del tiempo continúa abierta. Nuestra obligación es afrontarla con las herramientas de la política democrática, que son el diálogo y la comprensión; y con el objetivo de convertir el tiempo social no en un factor más de discriminación –con ciudadanas y ciudadanos ricos en tiempo de calidad, con capacidad para comprar el tiempo de otras y de otros- sino en un factor de construcción de una sociedad no sólo más eficiente y productiva, sino mejor».
Me olvido o dejo a un lado las dimensiones políticas sabiendo que siempre están presentes.
Como al mismo tiempo esta lectura se me cruza entre otras con la de Leonardo Boff, El cuidado necesario, y con una frase que casi como mantra repite una buena amiga: Somos unos traperos del tiempo, me centro en la primera frase: el tiempo es también y sobre todo solidaridad, cultura, amistad, paternidad y maternidad, política, amor, humor… El tiempo es vida, en suma, en todas sus dimensiones y con toda su complejidad.
Quizás las circunstancias vitales y del entorno me hagan dar bastantes vueltas sobre el Cuidado y el tiempo a él dedicado.
Vivimos-vivo con la sensación falsa a veces de que el tiempo es ilimitado, de que vamos a ‘tener tiempo para todo’, mezclando de mala manera nuestro tiempo productivo y experiencial-vivencial, engaññandonos en ocasiones con microfragmentos, con unidades micro de quita y pon que pensamos poder acoplar con facilidad a cualquier circunstancia hasta que nos vamos encontrando con realidades que ponen ante nosotros tiempos lentos, largos, silenciosos, amables, cariñosos, conversacionales, solidarios que no podemos medirlos o situarlos en la óptica del tiempo laboral que empieza y termina ya que su lógica no se mantiene en el hacer sino en el ser del otro y en el nuestro.
¿Puede el acompañamiento del dolor tener una hora de salida?
¿Merece la pena terminar una conversación como si tuviéramos que fichar y tarifar las horas habladas?
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El tiempo de los otros, el nuestro, el relacional es finito, como la vida. Vuelven por lo tanto a estar presente las prioridades.
Como observaba hace algún tiempo Teilhard de Chardin. «el progreso de una civilización se mide por el aumento de la sensibilidad hacia el otro». Según este criterio, vivimos actualmente tiempos de barbarie. (El cuiddado necesario; pag. 51)
Quizás sea un buen momento para hacer un pequeño homenaje y recuerdo a las manos que nos acompañaron en nuestros primeros momentos y recordar que el afecto, la sensibilidad, la psionalidad y el sentimiento son las capas más profundas y determinantes de lo humano (pag. 50)
