El 29 de noviembre se celebrará este año el Día de las Librerías.
A lo largo de la historia de este blog y de sus anteriores descendientes he escrito mucho sobre librerías. Críticas, opiniones, comentarios, propuestas, reflexiones, alabanzas, estados de ánimo han ido tomando a lo largo de los años cuerpo en este blog en relación a las librerías y a los libreros.
Los últimos datos de ventas proporcionados por Cegal no son buenos ye lo no frena a algunas personas a abrir nuevas librerías. Unos se van y otros vienen, con virtiendo así en tesis lo que Carlos Pacual escribió en Memoria de la librería: Una librería no es más que una idea en el tiempo.
Leyendo, lo tengo ahora entre manos, el libro Librerías de Jorge Carrión me encuentro con la agradable sorpresa de que esa es la frase que inicia el viaje.
Los datos, ya lo he dicho, no son buenos. La situación, quizás, no sea la mejor.
Lo hablaba ayer con dos amigas. Hay momentos y situaciones en la vida que te hacen ver, cuáles son tus ‘ojitos derechos’, qué es lo que te sigue ‘tirando’ más de lo normal. Os confesaré que dentro del mundo del libro la librería, los libreros y libreras siguen siendo mi ‘ojito derecho’.
Es por ello que a lo largo de los próximos días quiero ponerles en valor, darles el reconocimiento que creo se merecen.
Lo haré, en la mayoría de las ocasiones, con palabras de terceros que he ido recogiendo a lo largo de muchos años. Volveré a traer palabras ya escritas en este blog que siguen siendo de rabiosa actualidad y valor.
Serán bienvenidas, también, palabras de otros que tengan en estos días el mismo pálpito vital.
Así que hasta el 29 de noviemnre, por lo menos, ¡va por ellos y ellas!
1. Imanol Zubero en su blog nos acerca un fragmento de Las aventuras de un libro vagabundo. «Un libro no es un producto cualquiera, como se ha repetido hasta la saciedad, ni una librería es una tienda cualquiera, al menos una librería digna de este nombre. Lo que más se le parece es una mercería como las de antes. O los drogueros de antaño, que conocían a todo el mundo y eran una autoridad en el barrio. La cuestión es que se teja una red de relaciones. La gente necesita ciertos productos, pero todavía tiene más necesidad de calor humano.
Por eso, hoy en día una librería que concilie la modernidad técnica y las prácticas de antaño, con un librero que conozca y ame los libros, que conozca y ame a sus clientes, tiene futuro, al menos en los barrios cuyos habitantes vivan con cierta holgura». Ojala sea así.
2. La librería es un centro de información, un lugar para el análisis y el reposo del alma, no un almacén diseñado para consumir más a más velocidad. El librero, en fin, ejerce una tarea que desborda los exiguos beneficios que obtiene en cada operación. (Mario Bango; La Voz de Asturias 1 Noviembre 2000)
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