Detrás de este ‘palabro’ Cultumetría se esconde una jornada celebrada este viernes pasado en Bilbao en la que se quería reflexionar sobre lo cuantitativo, el dator, el número y su posible valor para las políticas culturales y derivados.
(tomada del blog de Rafa Olalde)
Pau Raussel, David Ruiz, Álvaro Fierro y Andoni Garaizar, organidazores estos dos del evento, y Mercedes González de Celis fueron desgranando desde distintos puntos de vista reflexiones y aportaciones sobre el asunto.
Debate interesante, rico, variado.
Os dejo de modo telegráfico y casi a modo de titulares algunas notas que tomé.
– La economía no entiende la cultura, pero sí sirve para trasformarla.
– Las políticas culturales son de las más ineficaces.
– Cuando medimos, muchas veces encontramos obviedades.
– Mayor oferta cultural, mayor consumo cultural.
– Contar no sirve para sustituir el debate social sino para nutrirlo y enriquecerlo.
– La función de la estadística es nutrir de argumentos para la toma de decisiones.
– A veces lo más fácil de contar no es lo más importante que hay que contar.
– El impacto económico no justifica la intervención cultural. Es igual a ‘coger dinero de todos’ para que se lo queden sólo algunos.
– Los indicadores no son nunca neutrales.
– Qué contar implica ya posicionamientos valorativos.
– Adaptación imaginativa de las técnicas de medición a las necesidades de los territorios.
– Cada lenguaje, incluido el matemático, tiene legitimidad para leer la cultura. El problema es la interpretación. «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo» (Wittgenstein)
– La medidicón, sobre todo la de algunos, tiene el riesgo del economicismo. Peligro de reduccionismo ideológico. Cultura=entretenimiento; Dinero=economicismo; Simplicismo=acriticidad.
– Medir es un ejercicio de responsabilidad.
– No medir economía, sino nivel de satisfacción.
– Medir sirve para ampliar las miras.
– ¿Cuál es el camino de la correlación a la causalidad?
Dos notas finales o el resumen con el que me quedo.
– Es necesario medir pero más desde el punto de vista de la satisfacción y de escala de desarrollo humano que desde la economía=dinero.
– Las mediciones de impacto PIB tan en boga nos llevan a un mal camino.
– No me vale el excepticismo de la posición de los sujetos ante la medición. Se da si se supone en todos los casos.
– Si la cultura en su hacer y en sus manifestaciones es en general ‘micro’, los indicadores probablemente también deban tener ese carácter: micro, cotidianos buscando quizás la comparabilidad posterior, sostenibles por su costo y con ‘sentido cultural’=humano y no necesariemente económico.
Una nota final que se dejó caer por allí: Si hacemos caso a a la encuesta del INE sobre el uso del tiempo es francamente difícil creerse los datos de las encuestas de hábitos de lectura.
Y una pregunta: ¿Tienen algún interés cultural los datos del sector del libro?
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