El lema del sector editorial en esta última década quizás podría ser:
¿Qué pensaríamos de un sector alimentario con un excedente de un 30% que se va a la basura?
Lo mismo deberíamos pensar quizás de un sector editorial que se mueve con esos márgenes de sobrante que porcentualmente y año a año siguen en aumento.
En el año 2007 y 2008 alcanzaron su cota máxima en el número de ejemplares.
En el año 2014 alcanza su cota máxima en porcentaje en relación a los ejemplares editados.
Así que si en el 2005 Jesús Badenes ya consideraba al sector como ‘fracasado’ qué podría llegar a pensar ahora.
Dando la vuelta a lo que Manuel Gil escribe hoy con mucho tino sobre quién y por qué se reciben subvenciones en el ámbito de la industria, quizás convenga pensar que el sector editorial recibe pocas por su ineficiencia e ineficacia.
Otro factor importante para las editoriales es la tasa de devolución de libros, que se ha situado en el 27,6%, 5,4 puntos más que en 2001 y 7,6 más que en 2.000, lo que significa que de cada 100 libros distribuidos se venden sólo 72,4. Si además consideramos que una colocación corecta se sitúa aproximadamente en el 80% de la tirada del libro, tenemos que de cada 100 ejemplares impresos se colocan en el punto de venta 80 y se venden 58, lo que deja en el almacén 42 libros, algo menos de la mitad de la tirada. Las devoluciones y los costes logísticos que implican son uno de los grandes lastres financieros del sector. (Jordi Nadal y Paco García, Libros o velocidad; Fondo de Cultura Económica, pag. 114)