Aquí va lo prometido ayer.
Andaba ya dando vueltas desde hace unos días a este pequeño desvarío o variación de punto de vista.
En un afán, por un lado, de llevar la contraria a ese discurso tecnológico-mesiánico que básicamente nos viene del país de la hamburguesa en serie y en una constatación, por otro, de la distinta lectura y el distinto nivel de satisfacción que un mismo texto produce en función de los conceptos y soportes se basa en parte esta reflexión sabatina que les aconsejo se la tomen como un divertimento no vaya a ser que a algún melindre le provoque gastritis y sería una pena.
Hace pocos días le comentaba a Manuel las distintas sensaciones y los distintos niveles de lectura que había tenido en relación a algunos artículos del último número de Texturas. En todos los casos el soporte papel encuadernado, es decir, la revista ha resultado en todas las ocasiones, en mi experiencia, el mejor.
Ayer volvimos a juntarnos a comer en El Casino de Lesaka.
Los fritos, cuando hay seguridad de que pueden ser buenos y caseros es algo que me sigue apasionando y me gusta disfrutar. Como los había, pedí una ración.
Cada uno distinto. En forma, tamaño y contenido. distintos sabores, distintas texturas. Cada uno, en su sencillez, provocaba una sensación distinta.
Y estando en ello, y ya empezamos a desvariar, me preguntaba. ¿Por qué no ha triunfado la comida liofilizada si los defensores de la misma podrían decir que mantiene las mismas características gustativas y nutricionales que la ‘comida de siempre’?
Y trasladaba este comparativo al libro.
Nos están metiendo, o eso pretenden, el ‘libro liofilizado’ en vena. Porque ¿qué otra cosa es el libro digital que actualmente existe?
Todos iguales. Aburridos en su estética. Monótonos en su tacto. Cansinos para la mirada. Falsos en su extensión que se nos esconde…. pero…. ¡ya saben! los chicos listos nos dirán que el contenido es lo que importa. Como en la comida ¿no?
Mejor en mi opinión y para mis gustos plurisensoriales esta balda de ‘croquelibros’.
Cada uno se nos muestra ya distinto en el primer golpe de vista y cuando mordemos en su interior el abanico se va abriendo más y más.
Creo que cada vez tengo más claro por qué no va a arrancar el libro digital en España.
El país con más interés en metérnoslo por el bolsilo (la pela es la pela) es el país de la comida basura. Toda igual, con sus hamburguesas secas y grasosas.
En este país en cambio, donde sigue triunfando la comida casera, cuidada, con mimo y que además es un estupendo humus para creaciones cada vez más atrevidas, distintas y de calidad, pero sin perder las esencias, será complicado que lo liofilizado y standard triunfe y la comida basura, frecuente en ese nuevo modelo de ‘caterin autoeditado’, también.
Ya lo dijo Ferrán Adriá: ‘Hay muchas cosas que no aguantan el paso del tiempo ni el cambio de lugar… la vanguardia descontextualizada es lo peor’.
Algo de esto parece ocurrirle al ‘libro digital liofilizado’.
Hasta los jóvenes que parecen ser los más listos empiezan a darle la espalda.
Así que al próximo que me venga a contar las bondades del libro digital y quiera que le invite a comer le daré el sobrecito de comida liofilizada que voy a empezar a llevar encima para los degustadores de las esencias unidimensionales.
¡Que aproveche!
Ya lo decía Caius Internetitus: » Internet volant, scripta manent»