Medio año y un poquito más ha sido el tiempo necesario necesario para Dibujar un árbol, el proyecto editorial de Anti Liburudenda.
Ayer, a la noche, cuando llegué de Madrid me encontré el (los) libro(s) esperándome en Bilbao en mi mesa de trabajo.
Al dar un vistazo a las personas y entidades que han apostado por el proyecto me encanta ver a personas conocidas y apreciadas y sentirme como en casa dentro de esta aventura que superó ampliamente las expectativas de financiación.
Me agrada casi todavía más ver la presencia de algunas librerías que no quiero dejar de citar: Chundarata, Katakrak, Sopa de sapo, El bosque de la maga colibrí. Quizás me haya dejado alguna.
Leo en la contraportada:
Por fin ha terminado el invierno y del suelo, donde había caído una semilla, asoma un hilo vertical de color verde. El sol comienza a calentar y el pequeño brote, a crecer. Es un árbol pero todavía tan pequeño que nadie puede reconocerlo. A medida que va creciendo comienza a ramificarse, cada año surgen brotes nuevos en las ramas, de los brotes surgirán otras ramas, de las ramas otras hojas…
Cada uno que lo leo como quiera. Yo me quedo con la fertilidad y los ricos proyectos que pueden llegar a brotar de lo pequeño, lo compartido, lo soñado.
Y, por cierto, no lo busquen por ahora en digital. Quizás sea también un recordatorio sobre el hecho de que lo digital es una opción, no una obligación.
Cuando las librerías vuelven a ser editores pasan también cosas distintas.
Ahora, ¡a disfrutarlo!
A mí también me ha encantado encontrarte entre el ramaje de ese árbol.