Hay quien piensa que las librerías van a desaparecer sí o sí o que son incapaces de ponerse al día. Los que así piensan, cada vez menos, confunden cada una de las realidades libreras con la que a ellos no les gusta o con modelos anticuados que también existen.
Probablemente las librerías, cada una de ellas, son junto a las bibliotecas las que más pendientes andan de la innovación porque muchas de ellas vuelven continuamente sobre las preguntas básicas, sino desaparecerían o se cerrarían.
Frente a este planteamiento me llama la atención el de algunas tecnológicas y derivadas que pululan en torno al libro que, en vez de hacer-se las preguntas básicas que, a veces, pueden llevarles a su desaparición por no encontrar el nicho de clientes, intentan readaptar el medio, la herramienta, a una aparente pregunta nueva que nadie ha formulado, pero que les da para ir tirando mientras siguen brujuleando. Ya se sabe que cada uno se apaña como puede.
Algo de esto me da la sensación que también está pasando con el tan traído y llevado préstamo digital en las bibliotecas donde el caso vasco puede hasta acabar resultando paradigmático del brujuleo.
Frente a ello, de manera directa o indirecta el librero que quiere seguir realizando la pregunta de la innovación, tiene que mirar hacia fuera y superar el ensimismamiento muy típico de otros entornos y/o mediaciones culturales.
En esta línea, me parece muy sugerente la reflexión de Robert Muro en su blog.
Recojo algunas de sus afirmaciones:
- Las organizaciones culturales enEspaña tienen ante sí el reto de ser relevantes en la vida cotidiana de los ciudadanos y en la marcha de la sociedad.
- El verdadero reto es ser agente activo en la transformación social, de la que cultura y educación son palancas imprescindibles.
- Para incrementar la relevancia, paso imprescindible para aportar cualquier valor a la cotidianidad de los ciudadanos, las organizaciones deben introducir en sus misiones al menos dos elementos esenciales. Poner a los destinatarios de su actividad –sus clientes, sí, pero entendidos también como ciudadanos- en el centro de su actividad y participar en una estrategia común de sector, pero también ciudadana, que favorezca ese papel que la cultura y el arte tienen como motores del cambio social.
Indirectamente sugerí estas líneas en mi reciente intervención en Valencia.
Este año la llibreria feminista Pròleg celebra 25 años.
Ellas han tenido clara la respuesta a su pregunta básica y la misma es independiente de la tecnología y lo digital.
seva feina sempre s’ha basat en “donar visibilitat a les dones només venent llibres”, i afegeix que Pròleg no existiria sense totes aquelles persones que “han col·laborat amb nosaltres i no han volgut que la llibreria tanqués”.
¡Felicidades! Ellas también son de cielo abierto.
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