Es curioso lo nerviosas que parecen ponerse algunas personas cuando lo que denominamos librerías ofrecen más servicios u otras posibilidades a los posibles lectores-compradores.
La adecuación a los nuevos modelos y tiempos poniendo el foco en el cliente-usuario-lector y no en el producto parece despistarlos.
Son los que yo llamaría ‘modernos interesados de sus intereses’ que aceptan mal el sorpaso de los espacios que se reinventan hacia múltiples futuros y van respondiendo así a nuevos imaginarios.
Propongo, en cualquier caso, que esos nuevos espacios podrían llamarse Lectorerías.
El mismo puede ir junto al término librería o sólo como lectorería para que así quede claro que su interés está en atender y servir a los lectores que son los que al final dan sentido a la lectura, al libro y a todo este tinglado que tenemos montado.
Es, al mismo tiempo, un signo de querer situarse más cerca del hecho lector y de su contexto que del soporte.
Al mismo tiempo, se pone en valor el sentido que tiene el espacio físico como mediación y posibilitador de contactos humanos no necesariamente mediatizados por la mecánica inteligencia artificial y sí por cierta sorpresa ante lo inesperado.
En esta línea nos volvemos a encontrar con una propuesta de un ramillete de Lectorerías de Madrid donde se puede hacer algo más que comprar libros y leer.
Uno siempre descubre nuevos espacios. En este caso, la Fanzinería Sandwich Mixto.
Junto a ella, Tres rosas amarillas, Ocho y medio, Cervantes y Compañía, La Fugitiva, La Central de Callao, Bajo el volcán, Panta-Rhei, Atticus-Finch, Tipos infames…
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