Cuando leo titulares como éste:
La inteligencia editorial en manos de una startup mexicana
ya soy consciente de que no hay noticia real, sino que todo lleva hacia una banalidad o insustancialidad que es lo que tiende a llevarse en muchas ocasiones como titular.
Cuando se va después al texto de la noticia vemos que la ‘inteligencia’ sigue siendo cuestión de ‘elites temporales’, 22.000 en estos momentos que, lógicamente será distinta a otra ‘inteligencia colectiva’ de otros 22.000 y así podríamos seguir sumando sucesivas inteligencias colectivas en grupos de 22.00 que probablemente, además nos darían distintos resultados en función del algoritmo, otro mantra estúpido tan en boga con el que analizáramos los comportamientos lectores.
Ya se sabe el futuro del negocio, está en los nuevos mediadores, los
creadores de algoritmos que nos aporta inteligencia.
Parecen que van a ser tan importantes que algunos reclaman ya un supervisor, como si del Banco de España se tratara:
La supervisión de su buen uso va a ser fundamental para una gestión justa de los mismos.
Y entre inteligencias colectivas y algoritmos supervisados se cuela un artículo sobre el precio fijo de los libros.
No sé si el mismo es fruto del análisis algorítmico o de la inteligencia colectiva.
Propone el articulo, firmado por Alex Dolmans, un cambio del modelo en España.
El parrafito final no tiene desperdicio como reflejo claro, no lo esconde, de una economía liberal que ‘tira por elevación’ como si todo fuera lo mismo:
El éxito y la consolidación de las industrias culturales en general pasa por su visión de futuro, adaptabilidad, creatividad y perseverancia. Sí: todas ellas, cualidades del emprendedor en una economía liberal. ¿No ayudaría más al sector un nuevo marco jurídico en el que primara la libertad de precios, la flexibilidad comercial, y la interacción en tiempo real con los lectores como consumidores del producto que es el libro?
Es muy probable que haya que dar una vuelta a la legislación referida no sólo al libro, sino a todo el sector de la cultura.
En el propio preámbulo de la Ley, que es donde suelen estar las reflexiones justificativas, se dice lo siguiente para intentar explicar el porqué del precio fijo.
La regulación sobre la comercialización del libro y publicaciones afines parte de la convicción de que se ofrece un producto que es más que una mera mercancía: se trata de un soporte físico que contiene la plasmación del pensamiento humano, la ciencia y la creación literaria, posibilitando ese acto trascendental y único para la especie humana, que es la lectura. La difusión de esas creaciones, su valor cultural y su pluralidad requieren una cierta garantía tanto en el control de calidad del texto como en su comercialización para que puedan ser accesibles al mayor número de potenciales lectores.
Lo que en teoría se pretende es que el precio no sea un elemento de desigualdad de acceso para los lectores de cara a aquellas obras que son la plasmación del pensamiento humano, la ciencia y la creación literaria. Está claro que muchos de los libros, probablemente la mayoría en este momento, no plasman ni pensamiento, ni ciencia, ni creación y que por lo tanto podrían crear fuera del precio fijo.
En fin, todo requiere una vuelta. Quizás la startup mexicana puede crear un grupo de lectores interesado en este tema del precio, para ver si con un adecuado ‘algoritmo cultural’ bien controlado por el supervisor correspondiente llegamos a una nueva propuesta que, seguro, será inteligente. 😉
Al final tenemos un principio del método científico: La observación.