Me llamo Pedro Gozalbes
Trabajo junto con Rafael Delgado en el proyecto Espacio Cultural Colombre, librería de segunda mano, editorial de primera y espacio de encuentro donde programamos y acogemos actividades, talleres, eventos y espectáculos culturales.
Estamos en Sevilla, en un apartado callejón con más aire de trasera del bronx neoyorquino que de típica calle sevillana. Andamos camuflados entre cocheras y antiguos locales comerciales ya sin uso, bajo un paisaje de ladrillos, puertas contrachapadas y persianas oxidadas que son un campo de pruebas para los grafiteros más neófitos. A veces, también, un gato asoma el rabo y sospechamos que pudiera ser un oficial del ayuntamiento en servicio de espionaje.
Y a pesar de que ya han saltado, tarde, las alarmas contra la gentrificación tampoco hemos notado una
avalancha de gente acercándose a conocer nuestra propuesta. Sospechamos también que una inmensa mayoría siguen siendo incapaces de desplazar el centro más allá de las lindes de sus comodidades. Y Colombre está al margen, en el extrarradio del cotarro del «cultureteo», proponiendo un desafío verdadero para quienes padecen de «centritis». A nosotros nos sirve como selección natural, y quien se asoma hasta aquí ya sabemos que tiene un mérito añadido… Por esto y mucho más el lugar es ideal para mantener una empresa cultural que puede permitirse en lo administrativo y lo económico cierto margen para el ensayo y la equivocación como rampa y trampolín para el aprendizaje, sin la presión ni las exigencias que imponen el vertiginoso ritmo de quien está inmerso en mitad de la jungla del tránsito comercial. Eso sí, mucha vocación y paciencia, porque no siempre el camino es fácil.
Espacio Cultural Colombre nació con estos ideales, y algunos otros que nos siguen saliendo al paso, además de nuestras propias contradicciones, y así inauguramos el 4 de octubre del año 2012 y así seguimos.
La idea de montar Colombre vino motivada porque en nuestros trabajos anteriores, a pesar de que nos gustaban (o precisamente por eso), empezamos a sentirnos como aquel Gólem que dibujó magistralmente Borges en su poema: encerrados en órdenes ajenas, adverbios de tiempo y una rutina que cada vez más nos ponía al borde de un abismo… Dimos el salto en el momento más agudo de la crisis, tras muchas tardes de terapia de sofá, decidimos juntarnos, nosotros y nuestros propios libros, y salir a la venta ambulante por playas, pueblos, plazas, rastros y mercadillos. Y no sólo nos lo pasábamos bien, sino que vendíamos también, y hacíamos tanto acopio de libros que tuvimos que buscarnos un lugar donde guardarlos, y con lo que íbamos ganando pagamos los primeros alquileres y fuimos montando la librería, muy modestamente, pero poniéndole siempre buen gusto.
Consideramos que nuestra apuesta profesional fue desde el inicio arriesgada porque tomamos el camino más largo, lejos de apresurarnos a tener primero una presencia fuerte en Internet (portal web, redes sociales, contenidos digitales, catálogo on-line, etc.) pusimos todo nuestro empeño en propiciar primero lo que creíamos que se estaba perdiendo en el ámbito de las librerías de viejo, el encuentro entre gente de muy distinta condición al calor de un espacio físico y real y por eso nos empeñamos antes que nada en poner en pie, más que un almacén de libros, una librería coqueta y agradable que diera también la sensación de que podía ser la prolongación del salón de nuestras casas, donde la puerta siempre está abierta a invitados.
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