Me llamo Paula Jarrin.
Trabajo en la Llibrería Al·lots, una pequeña librería especializada en literatura infantil y juvenil situado en Barcelona que viene funcionando desde el año 1996 pero que desde el 2012 ha pasado a mis manos y a mi alma después de un traspaso.
La idea de luchar por ese traspaso comercial aquí vino motivada por las ganas de luchar y de salir adelante. Con mi compañero estábamos atravesando una situación económica muy delicada y los dos veníamos trabajando hacía 8 años en el mundo de libro, él en una librería general pero se encontraba en el paro y yo en el mundo editorial como lectora, correctora freelance y el volumen de trabajo empezaba a bajar estrepitosamente. Nos armamos de valor, pedimos un crédito y nos arremangamos para trabajar por el fomento de libro y de la lectura y para hacer de nuestra librería un pequeño centro de cultura y de difusión de la LIJ.
Considero que mi apuesta profesional es arriesgada y valiente y se caracteriza fundamentalmente por una atención personalizada, tiempo, profesionalidad, búsqueda de libros y también colaboración con diferentes entidades como bibliotecas, centros de recursos pedagógicos en sintonía con el fomento del libro y de la lectura.
Me gusta porque puedo vivir mil vidas cada vez que abro un libro. Mi pasión es la lectura, y poder recomendar libros y ver cuando un pequeño lector vuelve porque le gustó ese libro que recomendaste es un regalo de la vida.
Cuando tenía doce años quería ser arqueóloga.
Cuando me toca explicarle a una persona que no conozco por qué me gusta mi oficio le digo que nace de la pasión de leer y del reto de sobrevivir de los libros. Y de la preciosa gente que el mundo del libro me pone en el camino.
Más allá de las apariencias la realidad de mi día a día en el trabajo es así: ¡difícil! La parte administrativa de la librería es pesada, la parte financiera complicada y rebuscada, que uno trabaja más horas que un reloj, que muchas veces le robamos tiempo a la familia y al sueño y que estamos casi casi 24 horas de guardia. Pero ese momento en que abres el libro, te sumerges en él y piensas a quién se lo recomendarás, le gustará o planeas actividades y nuevos proyectos rocambolescos no tiene precio.
Lo más raro que me ha sucedido nunca en el mismo ha sido cuando una persona que entro en la librería me pidió si además de venderle un libro le podía hacer un pastel de aniversario para su hijo.
Y lo peor: esos primeros meses en que no sabías si podrías abrir al día siguiente.
La imagen que tienen las personas sobre el trabajo que realizo creo que se caracteriza por estar todo el día leyendo (y no es así, lástima!!)
He perdido el entusiasmo por lo que hago cuando programo una actividad y no viene nadie, cuando la burocracia política del sistema deja de lado a los pequeños establecimientos de radio y beneficia a los grandes grupos.
Sin embargo, lo mejor de mi trabajo, sin duda, es el contacto con los pequeños lectores, en clubs de lectura, en las actividades, ese momento en que vas leyendo con ellos en voz alta y ves como se quedan enganchados en ese río de letras que fluye.
El mejor día que recuerdo en el trabajo fue cuando después de un fin de semana con amigos pintando la librería, reabrimos y ¡todo se llenó de luz!
Cuando quiero tomarme un descanso me dedico a ir a la esquina de la librería a tomarme un affogato siempre bien acompañada de un libro.
Así es como veo el futuro de mi profesión: sin profesionalización no hay futuro. El futuro está saliendo de la librería a buscar lectores y trayéndoles de la mano a nuestra casa de palabras.
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