Todo cambio supone movimiento del que unos salen más contentos que otros.
En el sector del libro ya está pasando y como siempre nunca llueve a gusto de todos.
Me llama la atención, en primer lugar, los datos aportados por Nielsen en relación a canales de comercialización. Teniendo en cuenta lo que algunos editores pagan por tenerlos fresquitos y de primera mano tendrán algún valor. Parece que las librerías independientes son de las que mejor se bandean en estos tiempos de recesión. Son las que más siguen vendiendo, las que menos bajan y, encima, las que más rentables parecen salir como canal en su conjunto a los editores ya que son las que reciben menos descuentos por parte de los mismos. Probablemente, además, sean las que mueven más variedad y diversidad de producto.
En un planteamiento integral de cadena de valor, ahora que los editores parecen estar contentos por estar ya pegaditos a la Dirección de Industrias culturales, debería ser un elemento a tener en cuenta más cuando además parece que son capaces de ofertar algunas herramientas de interés que podría tener su contrapartida por parte de los editores y del contraste conseguir análisis más finos.
Es curioso, sólo como mera constatación irónica que dos de los libros más vendidos hayan sido el método Dukan e Indignaos. Quizás podamos llegar a denominar el año como el de los ‘Indignados delgados’ porque poco a poco todo se va quedando en menos y no está tan claro en este caso que menos vaya a ser más.
Otra dimensión distinta tiene la medida que parece que se va a adoptar en relación a la compra por parte del Ministerio de Revistas Culturales para las bibliotecas que puede tener unos efectos perversos a medio y largo plazo.
Vuelvo a citar a Herrero:
El problema principal en este punto radica esencialmente en la asignación de valor al concepto de capital cultural, puesto que pueden distinguirse dos acepciones mensurables: el valor cultural y el valor económico (Throsby, 1999). El valor cultural es susceptible tan sólo de rango ordinal, pues tiene un carácter cualitativo y multiatributo, ya que se refiere al contenido de creación artística, esencia de inteligencia o significado de identidad social de los objetos que lo integran. Lógicamente, con esta noción surgen dificultades también en la forma de ordenación de las preferencias,
sobre todo en el terreno de las elecciones individuales, pues dependen de factores personales como los gustos, el grado de conocimiento técnico y las experiencias acumuladas; mientras que en el campo de las elecciones colectivas el asunto podría estar más o menos resuelto a través de la potestad administrativa del Estado en las funciones de regulación y preservación de la cultura.
Y lo uno a la línea abierta para su discusión en relación a la Ley de Mecenazgo que puede tener también efectos no deseados. El Consejo Valenciano de Cultura ya ha adelantado una reflexión sobre alguna posible ‘agenda encubierta’. Así, Santiago Grisolía a afirmado que en un periodo de crisis y de recortes presupuestarios, no debe confundirse la necesaria modificación de la ley y sus beneficios con la sustitución de los presupuestos institucionales en cultura, que a primera vista es por donde parece que van a ir los tiros.
Por si fuera poco parece que Anagrama ha abierto de la mano de Paul Auster la caja de los truenos en relación al precio fijo. En esta línea no comparto algunos puntos del análisis de mi amigo Manuel Gil en relación a la interpretación de la Ley de la Lectura, del libro y de las bibliotecas en lo que hace referencia al precio fijo.
En ningún sitio creo que aparece cuánto tiempo tiene que durar ese precio y quizás uno de los grandes errores haya sido el de seguir hablando de precio fijo y no de precio único. El precio nunca es fijo ya que tiene sus subidas en función del criterio editorial. Sí es cierto que la propuesta de Anagrama rompe en gran medida la dinámica habitual de funcionamiento, lo cual es interesante por un doble motivo: por venir de donde viene y por apostar, en principio, por la dinamización de la venta del libro electrónico.
Probablemente no sea la solución final, pero siempre está bien que el que no es más grande sea más ágil en los planteamientos. Habrá que ver si la base de datos del ISBN gestionada por los editores tiene también esa agilidad para recoger fiel y puntualmente los cambios de precio.
En cualquier caso, llega el momento de la publicidad, recomiendo leer algunos de los artículos del número 15 de Trama y Texturas donde parte de esta problemática se abordaba de manea más sosegada.
Todo parece moverse, pero visto lo visto en las costas italianas habrá que ver hacia donde nos lleva el rumbo. Alguno estará encantado de encontrar alguna roca y además será el primero en abandonar el barco.