Domingo lluvioso en Bilbao con cierta resaca y somnolencia después de una estupenda noche con cena, conversación y comunicación con amigas.

Con ‘comunicación’ me refiero a lo mismo que dice hoy Henning Mankel en XL Semanal: «me refiero a lo que usted y yo hacemos: sentarse y hablar».
No me refiero por tanto a este escribir esperando posibles lectores al otro lado, pero desprovisto de ojos, presencia y vibrar al mismo tiempo.
Sus palabras me traen también recuerdos del reciente SILA y, en concreto en este caso, de la mesa de escritoras africanas. Dice Mankell, algo que con otras palabras ya resonó en la mesa: Las mujeres, sobre todo en África, son la columna vertebral de la sociedad.
El titular de la entrevista es impactante: «Moriré de esta enfermedad».
Ayer, en la charla, ya casi de madrugada que manteníamos, hablábamos sobre cómo nos cambia la vida cuando se pasa del estado de saber que vas a morir, algo que con el tiempo nos ocurrirá a todos, a saber que tu muerte ya puede tener una causa concreta: una enfermedad.
Ni siquiera ello supone que tu muerte acabe produciéndose por esa enfermedad, pero ya hay, al mismo tiempo, un elemento definitorio del fin de la vida.
Y ello, si además el proceso o la causa sabida supone unos cambios dolientes en la existencia cambia el rumbo de la misma.
El haber vivido de cerca y vivir actualmente procesos de ‘enfermedad crónica’ en mi entorno es probable que despierten en mí una sensibilidad especial hacia estos temas y que a veces ande escrutando entre líneas de conversación y de texto reflexiones y cómplices emocionales para seguir intentando llenar el morral de argumentos racionales y emocionales.
Quiero llegar con ello al bello texto, como todos los que nos hace llegar los sábados, Rafa Muñoz y que en esta ocasión lleva por título Dialogar con los textos: aprender a escuchar.
Empieza su texto con una cita de David Le Breton:
El silencio no es nunca el vacío, sino la respiración entre las palabras, el repliegue momentáneo que permite el fluir de los significados, el intercambio de miradas y emociones, el sopesar ya sea de las frases que se amontonan en los labios o el eco de su recepción, es el tacto que cede el uso de la palabra mediante una ligera inflexión de la voz, aprovechada de inmediato por el que espera el momento favorable.
Dice un poco más adelante:
Construir significados con los otros sin necesidad de cerrarlos es condición fundamental de la escucha y esto supone una conciencia de que la construcción de sentidos nunca es un acto meramente individual.
Y ahí le andamos, en el juego del seguir caminando-paseando entre la soledad y el acompañamiento, escrutando en las conversaciones, en los silencios y en la escucha para ver si luego será uno capaz de acompañar y escuchar las palabras y los silencios del otro, aquél que sabrá no ya que morirá de esa enfermedad, sino que se encontrará además con el dilema de que podrá escoger entre ‘morir de una o morir de otra’.
¡Qué dilema más cabrón!