Después de marear perdices, intentar tomarnos por tontos al conjunto del sector, negar y renegar desde las negativas que lo único que podían indicar eran piedras en el camino, parece que ya han realizado una ‘operación pasada de moda’, según palabras de este mismo año de Claudio López Lamadrid director de la división literaria de Random.
Es también asombroso, tirando a vergonzoso o vergonzante el tono de ‘nota oficial’ con el que El País aborda el asunto. Cuando les toca las barbas pelar, ‘mutis por el foro’.
Peio Riaño me decía que
La verdad es que me parece un ‘coñazo’. Ahora los dos grupos que quedan, Planeta y Random, que además comparten negocios, andan ya midiéndola para ver quién la tiene más grande, cuáles son sus cuotas de mercado, cómo van a dirimir la pelea cruzada en Brasil en el ámbito educativo.
En el fondo, ambos se sienten ya más a gusto. Ya pueden empezar el pugilato de verdad, en modo Merkel-Rajoy, para ver si juegan al empate técnico o nos van eternizando en un combate a los puntos. Al fin y al cabo los nuevos son alemanes aunque parezca que esto del ‘inglés Random’ queda como más universal.
Dos grupos que en el mercado de creación van a controlar más del 50% del mismo.
En cualquier caso en las notas de prensa ya había alguna tiradilla. Así parece que para Random, Bertelsmann en su mayoría de capital, Planeta es casi un don nadie cuando se afirma: La unión de dos de las editoriales con mayor reputación en el mercado de publicaciones generales reforzará significativamente la presencia de la empresa en España y América Latina.
¿Han pagado los alemanes mucho o poco? Aparentemente ha sido una ganga. Aunque no sean dimensiones comparables Planeta pagó en 2008 por Editis 1.026 millones de euros. Al lado de esa cantidad los 78 millones de Santillana suenan a calderilla.
El asunto es saber realmente qué han comprado cuando parece que en breves años empiezan a caducar derechos de algunas de las joyas de la corona que habrá que ver a dónde quieren irse después.
Desde el otro lado del charco, México en concreto, parece que esta operación se ve como negativa para el resto del entramado editorial.
Cada vez que se produce una operación de este tipo pienso más en la teoría de los huecos de Paco Puche. En este caso es claro además, se ponga Cebrián como se ponga, que es una soberana bajada de pantalones y una venta a calderilla por necesidad a corto.
Sobre las consecuencias que pueda tener ni me lo planteo. Son ya lógicas financieras las que las mueven que tienen poco que ver con la cultura y la edición, aunque esta siga siendo una buena excusa para el negocio.
Lo dicho ¡un coñazo!
…el terreno donde la escritura se juega el pellejo es cada vez menos la escritura y cada vez más la empresa, la economía, la competencia. Como se dice en geología, hay deslizamiento de tierras. Escritura, sí, pero ¡debe sorprender! Algunos editores ya no se esconden y no dudan en proclamar, en un lenguaje de director de deportes aunque no desprovisto de habilidad, que su éxito lo han obtenido porque eligieron publicar obras seleccionadas teniendo en cuenta lo que, según sus observaciones, la clientela (dudan en decir “el lector”) estaba esperando….No representemos el papel del puritano; no estamos considerando que la economía de una editorial no tenga su importancia, son necesarias lucidez y prudencia tanto como determinación. No, lo que resulta interesante señalar es que, al contrario de lo que muestran las apariencias y a la confianza que se da a este gran acompañamiento de adjetivos sobre los textos de cubierta, en las argumentaciones, en la publicidad o en las entrevistas, la escritura es cada vez menos el criterio principal de la elección editorial. (Hubert Nyssen; La sabiduría del editor; pag. 35)