Libro, lectura, lentitud… con L de Librería

Terminaba la entrada de ayer Librería y ciudad con una cita de Imanol Zubero en la que plantea una reflexión relacionada, entre otros temas, con el ritmo de vida y los modelos de ciudad y se constata la conveniencia, quizás, de un ritmo más sosegado y de unos espacios que posibiliten y faciliten la creación y la adecuación de las personas a esos ritmos que son, además, los que permiten el encuentro de los unos con los otros y de la lectura. Al fin y al cabo, ya lo decía Zaid, los libros  son muñidores de conversaciones.

Cuando ayer escribía la entrada se me cruzó en la pantalla el espléndido artículo de Juan Cruz, Los libros no tienen prisa. Casi parecía que la caprichosa pantalla me lo ponía delante para señalarme el camino por donde seguir con el hilo discursivo. De los ritmos de la ciudad a los ritmos de los libros, sus entornos, y sus posibles alteraciones.

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Foto del muro de facebook de Joseba Lopezortega

Juan ha unido, de manera inteligente en mi opinión, la crítica velada a la construcción y puesta en valor de determinados modelos de ciudad desde lo público cuando se apoyan o se acompañan determinadas iniciativas, quizás con poca consciencia, sí, con S, con el ritmo que, aparentemente, ‘el libro’, algunos libros quieren mostrarnos…  la revolución de la prisa no va a matar la estrella del libro, que es el silencio, el sosiego, y por tanto el tiempo.

Lo que ocurre, tristemente, es que ha sido en ocasiones el propio sector del libro, con su ritmo de novedades, con la escasa duración de los libros en las librerías, con la burbuja continua y creciente de más, más, más, con la destrucción masiva de ejemplares devueltos quien, en gran medida, le ha enseñado el camino a Amazon.

Así que aceptando y compartiendo la reivindicación reflexiva sobre el silencio y el sosiego como medios naturales por humanos para el libro y su lectura quizás debamos también reflexionar sobre cómo cambiar los ritmos del sector e ir todos con más calma y sosiego para no entrar en el fascismo de la velocidad.

Para ello… quizás como siempre empezar por menos libros para que todos leamos más.

“El asunto es elegir. Y para eso no sirve la prisa. Lo que plantea la inmediatez en la adquisición, de libros, por ejemplo, remite al supermercado. En la librería tienes al librero, y ahí hojeas, con hache y sin hache. En los supermercados (del libro, por ejemplo) no te conocen. Ahí eligen por ti. Venderte un libro porque ya es best seller no significa que te estén vendiendo lo mejor”. Y si este fuera un episodio de la historia de la lectura, ¿qué tiempo sería? “Un tiempo bastante triste. La esperanza es el lector no contaminado por la propaganda, el pequeño editor que se atreve con lo que no tiene gran difusión… Y la librería, claro”. ¿Alguna ventaja en recibir el libro ya? “Cuando haces un trabajo urgente. Pero el placer de leer se busca lentamente”. (Carlos García Gual en Los libros no tienen prisa)

Filosofía de las «ediciones limitadas». Richard Le Galliene

La sobreproducción, tanto para hombres como para camisas, es el mal de hoy en día. El mundo no tiene ni suficiente comida ni suficiente amor para aquellos que nacen en él. Tenemos más bocas de las que podemos llenar y más libros de los que podemos comprar. Pues bien, el editor y coleccionista de primeras ediciones se propone, desde su pequeño rincón, poner un límite a esta descuidada reproducción. Son maltusianos literarios. El mundo ideal sería aquel en el que debería haber al menos un amante para cada mujer. En la superior vida de los libros, el ideal es similar. No se debería traer un libro al mundo si no puede estar seguro de que recibirá amor y cobijo en una confortable estantería. (1929)

Artículo completo en Revista Texturas 21.

El panorama de los muchos libros en España

Un segundo aspecto interno del sector ya no en lo organizativo, sino en lo productivo que se aborda en el informe del Panorama del libro en España es el referente a la producción editorial.

En el estudio se afirma: Los encuestados manifiestan mayoritariamente la conciencia de la sobreproducción de títulos en el mercado nacional.

Parece existir un cierto acuerdo entre el panel de expertos de la existencia de una sobreproducción. Algo que, en cualquier caso, no es nuevo.

sobreproduccioneditorialUno de los indicadores que indirectamente nos puede dar algunas pistas sobre la sobreproducción y su consecuente desajuste al mercado es la tasa de devolución de libros.

En los últimos 14 años y si nos fiamos de los datos de la Federación de Editores la misma ha aumentado en 14,5 puntos porcentuales.

Si en el año 1998 (ver página 51 del informe adjunto) la misma se situaba en el 19,6, en el 2011 (ver página 70) se situaba en el 34,1%.

Curiosamente, al mismo tiempo, y según la misma fuente de información, ha disminuido porcentualmente el número de empresas que dicen tener devolución.

Si en 1999, en este caso, era el 81,4%, en el 2011 era el 73,9%.

En cualquiera de los casos parece además que donde siempre has más posibilidades que se dé devolución es en las empresas grandes o muy grandes ya que aunque son menos porcentualmente son más las que tienen devolución. Este, en cualquier caso, es un dato menor si se calcula el porcentaje de la misma teniendo en cuenta la cifra de facturación.

Lo que sí parece que se podría afirmar es que con el paso de los años el sector editorial en este caso, ya que es el que produce, no ha realizado una oferta adecuada y, aquí sí conjuntamente, todo el sector no ha sido capaz de generar nueva demanda excepto para el transporte.

En la medida en la que han entrado factores nuevos, más contenidos en otros soportes, más oferta cultural, que compite en el tiempo de uso, y menor gasto cultural, esta tendencia sobreproductiva ya mantenida pero que en los últimos años ha vivido en épocas de bonanza puede tener efectos sin vuelta atrás en todo el sector.

¿Medidas? Las que el propio sector quiera adoptar. ¿Cambiaría algo si cambiaran las condiciones de comercialización, sin depósitos, con venta en firme y demás?

No lo sé.

Dejo para el final una reflexión de Thierry Discepolo en La traición de los editores, que estará mañana a la tarde en La Central de Callao, sobre a quién beneficia todo esto.

En particular, la sobreproducción es en sí un instrumento de ocupación del terreno: la superficie en metros cuadrados de expositores y en metros lineales de estanterías de librerías está limitada. Así, los libros empujan los unos a los otros de publicación en publicación, y el productor más importante pone todos los medios a su alcance para hacer menos visibles a sus competidores. Naturalmente, la sobreproducción depende de las capacidades de financiación: cuanto mayor es el grupo, más importante son los medios de los que dispone.

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La sobre producción es también la base de una alianza entre medios de comunicación y edición que proporciona un continuo flujo de amnesia y distracción, necesarios para mantener a la sociedad en un estado de consumo máximo para vivir. En las librerías, como en todas partes, la sobreproducción perpetúa la ‘tiranía de la novedad’, favoreciendo libros de factura y venta rápidas que no solo quitan el sitio los unos a los otros, sino sobre todo a los libros más exigentes.

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Porque la edición de libros exigentes puede ser rentable a largo plazo. Si por ‘rentable’ se entiende la posibilidad de asegurar la subsistencia de los empleados, los costes de funcionamiento y el mantenimiento de las herramientas de producción. (pag. 135-136)

Títulos publicados y agentes editoriales. Dándole una vuelta

La ligereza de los datos que los editores han hecho públicos me ha dejado (pre-)ocupado.

Uno puede, ingenuamente, tender a pensar que ese gran volumen de títulos lleva aparejado un mayor número de agentes editoriales en juego.

Pero las estadísticas oficiales, no las particulares, aportan algún dato relevante. Por lo menosa mí me lo ha parecido.

Digo esto porque mientras por un lado se insiste a veces en las estadísticas sobre el número de agentes nuevos cada año parece que, al mismo tiempo, los agentes vivos anualmente varían poco. Es decir: nacen tantos como los que parecen morir, manteniendo inalterable el número de agentes activos.

Así cogiendo algunos datos que el INE facilita en el año 2000 hubo 3437 editores con actividad y en el año 2011 3474. Es decir: poca variación en 11 años del número de agentes activos. En ese período de tiempo 2000-2011 el año con más agentes activos fue el 2003 con 3582 agentes. Parece, por lo tanto, que más allá de los que entran y salen cada año, el número de agentes editoriales se ha mantenido constante en los últimos años.

Se podría incluso pensar que un sector editorial prudente y con cierta visión de futuro, viendo el no excesivo aumento (lo abordaré con más detalle en una próxima entrada) del consumo cultural mantuviera una actitud de producción prudente con la idea, quizás, de buscar más rentabilidad a lo producido.

Curiosamente, cuando vemos, la evolución de la producción editorial de un número de agentes que se mantiene relativamente homogéneo en el tiempo, ésta crece de manera exponencial. Así los 3437 agentes en el año 2000 produjeron 65807 títulos. Una media, ya sé que habrá desviaciones, de 19 títulos por agente. En el 2011, un número similar de agentes, 3474, produjeron 116851 títulos, un 75% más. Casi 34 títulos por agente. Lo cual nos lleva a pensar en algo que ya se sabe: menores tiradas, mayor dificultad de visibilidad y, casi con seguridad, menor rentabilidad por título publicado dirigido además a una población que ni ha duplicado su gasto en libros, ni ha duplicado su tiempo y capacidad de lectura.

Es muy interesante ver también que aunque el número de agentes se mantiene estable el mayor crecimiento de los mismos se ha dado en Andalucía que ha pasado de 324 en el 2000 a 461 en el 2011. Es decir, un aumento del 42%.

El aumento de producción, aunque esta se venda como aumento de la oferta potencial, lleva siempre al colapso de cualquier sector porque genera por un lado, la duda del propio comprador y el mayor costo de lo ofertado y no vendido.

InfoxicacionEste problema, generado por el propio sector, quizás sea anterior a todos los que se señalan hacia fuera y sobre éste, además, si el sector quiere puede incidir y buscar caminos de autorregulación.

Si no fuera así, y perdón por el atrevimiento, habría que poner también en duda la ley del libro y el precio fijo que en la actual situación supone un corsé difícilmente entendible en medio de un mercado puro y duro desbocado.

Tabla evolución agentes y títulos

El exceso que era y sigue siendo

Otra de hace diez años que….

Obviamente, con la avalancha de novedades mensuales que ofrecen las editoriales para su comercialización, no hay espacio físico que pueda abarcarlas. Ni las más grandes megastores norteamericanas o europeas podrán, en algún momento, tener todos los libros que salen al mercado. deberán seleccionar o, peor aún, devolver a los almacenes del editor esas novedades cuando todavía no han cumplido unas pocas semanas en las mesas de exhibición. Siguiendo el razonamiento, en las librerías (grandes o pequeñas, profesionales o espacios de libros en centros comerciales o supermercados) sólo podrá haber un reducido número de libros ofertados, en tanto la enorme mayoría de los títulos publicados dormirán su sueño, rara vez interrumpido, en los almacenes de las editoriales o pasarán por las máquinas de reciclado de papel. Esto es una realidad hoy, y será una pesadilla para el mundo editorial en muy poco tiempo. Nudelman, Ricardo en Varios; El libro y las nuevas tecnologías; Solar editores; pag. 137)

Muchos libros ¿para qué?

Gozo: He allegado gran número de nobles libros.

Razón: […] En otras has de tener confianza para que de los libros se te siga la gloria: no en tenellos, más en entendellos; y no los has de guardar en la librería, mas en la memoria; no en el armario, mas en el entendimiento; que, de otra manera, el que más gloria tuviese sería el librero que los vende o el arca do se guardan.

(Petrarca, Obras I. Prosa; Alfaguara; pag. 428 en José Manuel Lucía; Elogio del texto digital; pag. 118)

A fecha de hoy la mayor gloria puede estar en los almacenes que guardan las devoluciones.

Librerías ibéricas. A ambos lados de La Raya

El texto que publicamos hace poco ha provocado una reflexión por parte de David a este lado que trascribimos y quizás en la misma haya algo de respuesta a lo que, al mismo tiempo, Valentín nos planteaba.

Que lo disfrutéis.

Recupero de nuevo un artículo publicado por el amigo Txetxu. De hecho se trata de una reflexión tomada de un blog portugués, donde plantean una realidad sobre la gestión de las librerías muy similar a la que sufrimos por aquí. Y sí, digo «sufrir», y menos mal que hoy en día estamos informatizados y existe internet como herramienta para el intercambio de información, que si no, ni me puedo imaginar cómo serían las cosas.

Es una queja ya vieja, y eso que yo soy relativamente nuevo en esto de los libros y las librerías, que el volumen de ediciones es excesivo y que la vida de los libros (el periodo de tiempo desde que son editados, publicados, hasta que se clasifican como agotados o descatalogados, es decir, que ya no quedan ejemplares disponibles en la editorial ni los va a haber) es cada vez más corta. Se me ocurren algunas cosas positivas y algunas otras negativas sobre esto. Las positivas:

  • Más diversidad
  • Edición más democrática: es más fácil llegar a ver publicado un trabajo propio, hay muchas editoriales y muchas posibilidades de editarse uno mismo

En cuanto a las negativas:

  • El riesgo que se corre con una publicación hace que se apueste cada vez más por productos «comerciales», es decir, en trono a fórmulas que se repiten y que se saben con éxito, lo cual no es precisamente fomento de la creatividad o la originalidad
  • Lamentablemente, la democratización de la edición y el aumento de publicaciones guarda una proporción directamente inversa a la calidad. Entendiéndaseme, no estoy en contra de la eliminación de trabas a menudo elitistas y políticas para que quien tenga o sienta que tiene algo que expresar no lo pueda hacer, pero la creciente competencia no lleva pareja una selección en cuanto a la calidad de lo que se escribe y se publica. Habría que ver la de faltas ortográficas que acumulan algunos libros de determinadas editoriales económica y comercialmente muy potentes, por mencionar algo totalmente objetivo y evidente.
  • El exceso de publicaciones se da no tanto porque se publiquen 50.000 ó 100.000 nuevos títulos en un año, sino porque ni de lejos se demandan y se compran esa cantidad de libros, y lo más grave es que no hay una iniciativa editorial por el fomento de la cultura lectora, de la cultura de la palabra impresa en este caso. Se traslada toda la responsabilidad sobre este tema a los propios lectores, y al público en general, que si no compra más libros y no lee más es porque no quiere, porque es un inculto o porque está atontado por otros medios de entretenimiento de peor calidad todavía
  • Para minimizar el riesgo comercial de un libro, las grandes editoriales publican una gran variedad de títulos, con que uno solo triunfe y se convierta en un best-seller bastará para hacer rentable el conjunto de la editorial, aunque esta lógica tan sólo ayuda a este tipo de editoriales con presencia (por vía de participaciones empresariales antes que de otro tipo) en medios de comunicación de masas. Por el camino lo que hacen es lastrar a todo un canal de difusión y comercialización de los libros: los libros han de transportarse hasta el distribuidor, de este a las librerías, que incapaces de asumir el aluvión, con públicos incapaces (es cuestión de tiempo y de dinero y de espacio) de leerlo todo, a menudo devuelven gran cantidad de los libros recibidos. Viajes de ida y vuelta que tan sólo generan gastos. Para las librerías el gasto no es sólo el transporte, sino también el tiempo de gestión (lo que viene muy bien expresado en el artículo que señala Txetxu y que ha dado pie a toda esta parrafada) y sobre todo la precarización o descapitalización de las librerías. Porque devolver se puede devolver, los libros, no el dinero. Los libros llegan con su albarán, que se convierte en factura, con un vencimiento, que se cumple; los libros al devolverse van con otro albarán, que se traducirá en otra factura que rectifique a la primera, pero con su propio vencimiento, lo cual genera créditos para las librerías, pero sin mayor margen para reconducir sus selecciones de libros. Y todo esto ha de ser soportado por márgenes comerciales ridículos.
  • Una última consecuencia, que cuando un libro es realmente bueno y demandado, enseguida se agota porque las tiradas son mínimas, limitando de forma ilógica su difusión y su venta. Bueno, salvando los best-sellers y las ediciones fantasma (que un libro sea reeditado hasta 15 veces en menos de 6 meses me parece más una operación de marketing que una realidad).

Decía el texto que cojo de Txetxu que es físicamente imposible tener todos los libros, y añado que tampoco los quiero tener aunque pudiera. La única manera de mantenerse en medio de esta ilógica vorágine editora es especializándose, en ciertos temas, en ciertas editoriales que ofrezcan calidad, etc. Nunca se podrá tener todo, pero sí se podrá conseguir que todo lo que se tenga sea bueno y merezca la pena, y el placer, de leerlo.

Crisis del sector del libro. Quiénes la sufren

¿Hay crisis o no hay crisis en el sector?

Hace unas fechas, con datos referidos al año pasado, se nos quería hacer creer que no había crisis en el sector. sería además interesante señalar que los datos de comercio interior habitualmente sólo hablan de facturación, pero no de costo de producción ni de beneficio empresarial.

Ayer El Periódico en un interesante artículo parece que nos va acercando a la realidad y además indica algunas de las claves a la hora de saber realmente lo que pasa:

– La resistencia del sector a reconocerlo.

– La opacidad informativa en un sector que quizás debería ser ejemplo de transparecia.

– Si es cierto que el impacto principal va a caer en las grandes superficies demostrará que los modelos de creación de ‘comunidades lectoras’ y de larga cola de clientes y libros habituales e históricos en este sector ya antes de las teorías ‘internetianas’ siguen siendo válidos.

– Veremos si la reducción de novedades es cierta  y si al final se ha llegado a un cierto consenso tácito. Liber en octubre será un buen momento para el test.

Y, como siempre algo que sigue sin tener sentido, pero que tanto parece gustar en este sector:

No tiene sentido, dice, «dedicar tiempo y dinero a transportar libros que no se venden». (Xavier Mallafré)

Ampliando el ámbito de libertades

No se asusten. No estamos hablando de política, aunque indirectamente, sí, sino de libros.

Cuando leo titulares de este pelo me pongo a temblar: «Cualquier libro que se publique amplía el ámbito de la libertad«. Cuando se cruzan, al fin y al cabo, productos, aunque sean culturales de consumo, con valores, esperemos que la libertad lo sea me suena a gato encerrado. Se redondea esta afirmación diciendo que se ‘edita lo que el mercardo exige’, aunque a algunos les parece que esto es genera una hiperinflación sin decir ni «mú» del porcentaje de devolución que llevara aparejada en muchas ocasiones la destrucción que quizás como los excedentes alimentarios también el mercado exija.

Cuando parece que para ampliar el ámbito de la libertad todo es igual, todo vale, el cuaderno de sudokus, la folclórica en zapatillas,  o «La extraña» de Marai por poner un ejemplo de tres libros no tengo claro que todo tenga el mismo peso. Cuando al mismo tiempo los soportes digitales sólo parecen ser vistos desde sus consecuencias económicas nos situamos claramente lejos de la lectura como nuevo paradigma y más cerca de la visión de ‘mucho para vender sea lo que sea aunque no se lea’.

Siempre queda la esperanza de pensar que el periodista no haya acabado de entender bien lo que se quería decir, pero…..

De la adaptación tecnológica del sector ya hice ayer una breve pincelada así que no voy a insistir.

Me quedo con algunas otras visiones para reflexionar sobre este tema de la libertad que me deja preocupado.

·         En un tiempo en el que todavía eran frecuentes las utopías, Ortega y Gasset imaginó una absolutamente irrealizable: “dificultar la emisión de libros inútiles o necios y fomentar la de determinadas obras cuya ausencia daña”. (Juan Domingo Argüelles; Ustedes que leen; pag. 180)

·         Puesto que la mortífera proliferación del papel impreso amenaza con despojar de sentido y finalidad a la función del editor, considero que lo único que puyede restablecer esta función es algo que, yendo contra la moda, no dudo en llamar “moralidad”: existen libros necesarios, existen publicaciones necesarias. (Carlo Feltrinelli; Senior Service; Tusquets; pag. 262)

·         No se trataba de literatura de pacotilla, sino de otra cosa; la literatura de pacotilla siempre había existido, pero asumía su condición con sinceridad y no pretendía velar el verdadero rostro de la literatura. Sin embargo, esa paraliteratura que emergía como una inundación espiritual lo cubría todo, incluso las secciones de crítica de los periódicos y revistas. (Sándor Márai; ¡Tierra, tierra!; pag. 289-290)

·         -¿Qué constituye una dificultad para una persona que hoy en día desee saber del mundo, conocerlo y comprenderlo a través de la lectura?  – El exceso. Un océano de libros, revistas, cintas, páginas web, y todo, todo lleno de teorías, nombres, datos…El exceso” (Kapuscinski; en Jorge Herralde; El observatorio Editorial; Adriana Hidalgo; pag. 132)

Lectores de gama alta. Como los coches

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Dmitry Samarov

Hay análisis que se comparten en su fondo, pero el lenguaje los desvirtúa y provoca que se nos encienda una lucecita y pensemos si no hay segundas intenciones, quizás aquí hacer una cierta publicidad de un nuevo sello de Planeta (Backlist)

Así en el artículo de Carles Geli hoy en El País «Se buscan libros y lectores de culto» se emplean algunos términos más relacionados, por lo menos yo así lo leo, con el sector del automóvil, de los frigoríficos, el gastronómico que de los lectores.

Así aparecen, entre otros, los siguientes: sibarita, gama media-alta del lector, mimo hacia el lector exigente….

resulta curioso el intento, aparente de algún gran grupo por «copiar» la estrategia de pequeños editores. Duda que la maquinaria de los grandes esté preparada a fecha de hoy para un viaje de ese calado.

Detrás, siempre queda la cantinela de la sobreproducción editorial que de tanto repetirla ya no hay quién se la crea o quién se crea que es realmente un problema del sector.

Cómo permanecer en las librerías

Prometo que lo había empezado a escribir en Madrid, pero a veces las wi-fi van y vienen y retomo, mejor, inicio, la escritura en el aeropuerto antes de salir para Bilbao.

Tres de enero y primer viaje como casi siempre agradable.

Vamos al grano.

Un mundo sin fin

El lanzamiento del último libro de Ken Follet que ha tenido un importante eco mediático, me ha sugerido tres reflexiones al hilo de lo aparecido en prensa que tienen poco que ver con ese papel de soporte cultural con el que a menudo se quiere abrigar al libro y con ello, indirectamente, a todos y cada uno de los libros que se publican.

Las tres reflexiones vienen de estas dos referencias de Público y de Deia. Ahí van.

1. Ante el valor de la diversidad la frase de la encargada de libros de la Fnac de Callao: La permanencia en tienda la marcan las ventas. Supongo que habrá libreros que no estén de acuerdo con este único criterio. Es posible que incluso haya también editores. ¿Los habrá? ¿Habrá otra propuesta de criterios?

2. Ante ese objeto de papel agradable al tacto, con olor, textura la frase de la ayudante de la sección de libros de la FNAC de Callao: “Me duelen las lumbares y las muñecas”. Esta seguro que es compartida por muchos libreros responsables que no tienen ayudantes para mover y que, quizás, con la faja de levantador de piedra pierden, ellos y ellas, parte de ese perfil cultural que, al fin y al cabo, siempre tiene su origen en el trabajo callado que casi nadie ve ni quiere ver pensando que los libros ya por la digitalización, ni tienen peso y se mueven solos.

3. Los 100 camiones para mover los ejemplares. Una flota de palés y cajas, al pesar tanto y ser tan grandes caben pocos por caja, que en las librerías, sobre todo en las que la permanencia la marcarán las ventas se convertirán en torres y construcciones caprichosas que retarán en algunas ocasiones las leyes del equilibrio y serán una provocación al roce trasero para ver el efecto que una vibración produce sobre el débil tejido cultural que tal volumen de papel es capaz de crear y tejer.

Es probable que este best seller se convierta en long seller. Que incluso los camiones sólo hagan el viaje de ida porque todo se venda. Es posible, seguro diría que las estadísticas de hábitos de lectura del año que viene sean estupendas porque tendremos un Ken Follet y uno más del «Potter».

Es posible….. que todo o mucho sea un bluff, en relación a la lectura. El negocio funcionará pero sólo eso, el negocio.

 

Sobreproducción y devolución. Todo en ON

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Estaba pasando unos textos de Juan José Ginés responsable de compras de El Corte Inglés en lo referente a libros de una conferencia que pronunció en la UIMP en julio de este año y de la que ya hicimos en su momento una referencia.
Justo coincide con un comentario de Jesús sobre el asunto de las devoluciones.
Ahí van las dos referencias que me han llamado la atención. No son nuevas, pero también es importante ver quién va dejando el mensaje escrito.

El derecho a la devolucióndel sobrante que debiera ser uno de los grandes aliados de toda librería se está tornando, cada vez más, en un enemigo que, como un niño mal criado, nos extorsiona sin que seamos conscientes de ello. Los costes derivados de la gestión de devoluciones están perjudicando notablemente nuestra cuenta de resultados. Nuestro objetivo, el objetivo de todos a corto y medio plazo tiene que pasar por ser capaces de reducir nuestros índices de devolución. En la actualidad, los principales beneficiados con el derecho a la devolución están siendo las agencias de transporte. Y esto no deja de ser un enorme disparate. Es urgente dar una solución a este problema. (Juan José Ginés; UIMP; 11/07/2007)

Si hay algo que caracterice la situación actual del sector es el exceso de producción editorial. Es este uno de los eternos debates de este gremio de la abundancia. Todos somos conscientes de que estamos ante un mal endémico que nos está atenazando y que empieza a tomar tintes dramáticos. La hiperinflación de novedades está generando desorientación en un punto de venta que es incapaz de distinguir entre grano y paja. Además genera desorientación en el lector que no es capaz de asimilar la enorme cantidad de información que recibe. Y bien es sabido que la desorientación no es buena consejera.(Juan José Ginés; UIMP; 11/07/2007)

Mucho de lo que sale vuelve a entrar

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David dalla Venezia

Los almacenes de los distribuidores o de los logistas editoriales van mejorando poco a poco.La verdad es que no es de extrañar con el movimiento de libros que hay.

Babelia nos cuenta y desvela las entrañas del almacén de Random. Lo que no parecen que hasta la fecha hayan conseguido toda la técnica, los robots y los pesos exactos es que se produzcan libros de una manera más equilibrada y eso que algunos de los grandes utilizan ya la impresión bajo demanda, quizás piensen en el exceso de demanda cuando realizan las producciones trayendo como consecuencia un fenómeno de «logística inversa» para que los robots trabajen en las dos direcciones sacando y metiendo.

En el año 2006 la tasa de devolución, según los estudios de Comercio Interior se situó en el 32,1%, 3 puntos por encima del 2005 que fue del 29% y 6,3 puntos por encima del 2004 que fue del 25,7%.

A esto se le llama eficiencia en la cadena de suministro. No es de extrañar que haya que utilizar robots para desarrollar un trabajo sin sentido: pasear un tercio de la producción editorial que parece que no se venderá.

¿Cuánto supone de sobrecosto en el precio estos garbeos librescos?

La cadena de suministro

Parece que el sector se va tomando poco a poco en serio la importancia que tiene y lo trasnochada que parecía estar hasta la fecha la cadena de suministro. Llevan ya más de un año en la tarea las organizaciones del sector, con sus más y sus menos, dándole a la tarea de intentar analizar para racionalizarla.

Ahora bien, también convendría señalar que, quizás, poco puede hacer una cadena racional en un mercado de producción irracional, sino lo que ocurre o courrirá es que habrá que seguir desuministrando en porcentajes al 40% lo suministrado inadecuadamente.

Esto puede ser como lo del huevo y la gallina.

La crisis del exceso

Nos llega ahora desde Argentina la reflexión sobre la crisis del exceso también allí en el sector del libro. El exceso en la producción sigue siendo típico de las sociedades industriales que todavía no han sido capaces de aterrizar en el valor del conocimiento y del funcionamiento en red.

Ello sigue teniendo su reflejo en los datos, lo veremos también con los completos del Comercio Interior del 2006 cuando se presenten, donde todo siguen siendo número sin valor. Habrá más libros, más títulos, más devoluciones también, más bolsillo, + + + + + + + que parecen al final indicar, casi, un camino de calvario.

Frente a ello la lúcida reflexión, por brevey por el sentido de la misma,  de erratas eminentes .

Libros de urgencia

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«Es que ésta es la única industria que fabrica un producto que se devuelve». Así se expresa hoy Betariz de Moura en un breve artículo que aparece en El País y en el que, en parte añora el modelo alemán de distribución (el libro en 24 horas).

Parece también achacar a continuación que parte de la culpa la tienen las grandes editoriales cuando afirma que: «a las grandes editoriales les interesa la sobreproducción porque aumenta la probabilidad de tener un superventas».

Se me ocurren algunas reflexiones veraniegas, en este mes, en el que el nivel de novedades que llega a las librerías suele bajar:

– La primera es que sobreproducción y devolución son dos fenómenos que no tienen por qué funcionar al mismo ritmo. La devolución es generada por una situación actual de «no puesta de cascabel al gato» en el sentido de que los editores son, al fin y al cabo, los que deciden cómo quieren vender su producto. Ningún editor está obligado a enviar sus libros como novedad con derecho a devolución y el motivo inicial que justificaba esta modalidad no parece existir en este momento. Según Jason Epstein ello fue provocado en la época de la depresión: Una peculiaridad del comercio de libros ha sido la costumbre, establecida durante la Depresión en los años treinta, de que los ejemplares no vendidos pueden devolverse a los editores sin ningún cargo. El texto continua y lo reproducimos por su interés: Así pues, los libros se venden a cuenta. Como, por lo general, era imposible saber de antemano si un libro iba a venderse o no, los libreros no podían permitirse arriesgar su precioso capital en autores desconocidos sin una garantía por parte del editor. Los editores que no querían que sus clientes quebrasen, y de acuerdo con la práctica iniciada por Simon&Schuster , accedieron a quedarse con los ejemplares no vendidos a cuenta de pedidos futuros. “Sale hoy. Vuelve mañana”, era el comentario de Alfred Knopf sobre esta penosa condición de venta. Los editores han aprendido desde entonces a cubrir el coste de las devoluciones inflando el precio de venta al público, de forma que sus compradores no sólo pagan el ejemplar que compran, sino una parte proporcional de los ejemplares devueltos a los almacenes de los editores para ser guillotinados y reciclados. (La industria del libro ; 105-106).

– Si esto fuera así, en otras ocasiones se ha justificado esta modalidad para que todas las librerías tuvieran acceso a las novedades, estaríamos aplicando modelos de recesión para, teóricamente, una industria que quiere ser expansiva.

– Importante, también, la constatación y el peso en el elemento industria que hace Beatriz de Moura. La pregunta sería: ¿se están aplicando dentro del sector, entre los distintos elementos de su cadena, una lógica de funcionamiento de calidad industrial? Probablemente si ello fuera así no irían aumentando los índices de devolución que siguen creciendo año a año . (ver cuadro superior).

– Quizás la solución pase ya porque los libros no lleguen automáticamente a las librerías en servicios de novedades descontrolados. Si se dispone de la información del libro por qué no posibilitar la compra del mismo. ¿Quién está interesado en que se siga manteniendo el actual sistema? ¿quién gana?

– Es cierto que los grandes grupos, así parecen señalarlo los datos, generan más devolución. No creo, personalmente, que el motivo sea a más sobreproducción más posibilidad de superventas, sino, en todo caso, el mantenimiento, todavía de unas lógicas de «ocupación de espacio y de no dejar huecos al enemigo». De hecho, tal y como señala Sergio Vila-Sanjuán en el suplemento culturas de La Vanguardia de 1 de agosto Tusquets «crea
una nueva marca de bolsillo, Maxi Tusquets, distribuida por Random House Mondadori. No está claro si incluso en la era de la concentración la categoría goethiana de afinidades electivas constituye un argumento decisivo
«

– Lo cierto es que el sistema sigue igual, prácticamente, con lo cual a uno le da qué pensar ante tanto lloro, a veces, sin pañuelo. Los editores añoran otros modelos de distribución y, quizás, otras librerías. Los libreros añoran otros modelos de información editorial. Se sigue funcionando con mentalidad de mercado recesivo.

Bombardeo editorial. Feltrinelli. La frase

bombardeoeditorialNo quiero dar la impresión de que soy un hombre que concibe la edición de una forma pedagógica, un hombre que considera que tiene algo que enseñar. Por lo tanto, añado: ¿cómo vive un editor? Un editor vive bajo el bombardeo del papel impreso en un mundo ya carente de fronteras y de grandes distancias, y a su vez se dedica al bombardeo: entre las bombas que le caen encima de la mesa debe elegir cuáles son las que debe volver a lanzar y hacer explotar en la mente de los lectores. (Carlo Feltrinelli; Senior Service ; Tusquets; pag. 264)