El paso cadencioso del tiempo

Recibí en fechas recientes vía correo ordinario (cuál es hoy realmente el correo ordinario) con sobre y su dirección escrita a mano y sello una notificación, comunicación agradecimiento que me hizo ilusión al recibirla y me provocó una doble sorpresa.

La agradable sorpresa de lo inesperado ya que su recepción no entraba en mis planes, ni suponía que se pudiera dar el hecho y, también, la sorpresa, en su escritura y caligrafía manual, que me obligó a afinar de nuevo el ojo para leer más allá de la normalidad de tipos al que nuestro ojo se ha acostumbrado.

DSC_0028Añado a ello la sensación que la recepción produce también sobre el nivel de personalización y el tiempo dedicado para cada una de las personas a las que el mensaje ha ido dirigido.

La lentitud necesaria que la reflexión y el recuerdo exige.

Un ritmo y un impacto producido quizás bastante alejado de esa ‘sociedad impaciente‘ sobre la que hoy reflexiona Antonio Rodríguez de las Heras y quizás más cerca de lo que escribe Mery Cuesta:

Germina por entre los intersticios de la cultura digital un sentimiento de revalorización de todo aquello que conlleve un tiempo lento de desarrollo, así como todo aquello que se genera de manera exclusivamente manual y mecánica. Esta forma de vivenciar el tiempo a partir de la paciencia y de la escala que la manualidad permite se erige en sí misma en una nueva forma de romanticismo…Vivamos plenamente la vuelta a la satisfacción de dejar escapar el tiempo entre los dedos. (La Rue del Percebe de la cultura y la niebla digital; pag. 115)

Quizás sea esta la actitud que nos permita acercanos de la mejor manera posible a una vida que tiende a alargarse más y más y que en su alargamiento va pausando el ritmo frente al entorno que parece cambiar, aparentemente en sus mediaciones, a mayor velocidad pero con cierto desnorte vital por no saber disfrutar del tiempo que se escapa fuera de la productividad.

El libro es uno de los contenidos menos consumido por los usuarios digitales

Titulaba hace poco Todoereaders:

Un 71% de los españoles leen ya libros en formato digital

Titular que, aparentemente, tiene un tono y una lectura positiva; pero ¿qué ocurre si contextualizamos un poco el mismo?

Lo primero que me llamó la atención tras leer la información es que no se enlazara a la fuente de la misma.

Así que cuando vamos al estudio nos encontramos:

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Tiempo

De nuevo con todo el tiempo en mis manos.

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No para mí, pero sí con una mayor libertad en el día a día para ir haciendo un uso cotidiano y sencillo al mismo con una idea entre ceja y ceja de ‘dedicarlo a lo pequeño’ a lo aparentemente insignificante, que parece no tener trascendencia en esta sociedad ‘suflé’.

Tiempo para:

Reflexionar. El tiempo te ayuda a reflexionar sobre las acciones del pasado. (Haruki Murakamai; Tokio blues; pag. 136)

Descubrir. Si bien es cierto que vivimos tiempos crueles, también es cierto que estamos en tiempo de prodigios. (Sergio Pitol en Marta Rivera de la Cruz; Tiempos de prodigios; Planeta; pag. 7)

Recuperar la visión. Tengo la sospecha de que hoy vivimos mucho más aturrulladamente que antes. Me refiero sobre todo a la falta de perspectiva sobre nuestra existencia. Me parece que galopamos por el mundo persiguiendo recompensas inmediatas: dinero, éxito, placer, y que, en mitad de tanta búsqueda agitada, no disponemos de una visión global de lo que somos. (Rosa Montero; Vidas enteras; artículo El País, Enero de 1998)

Escuchar. Ya desde su más tierna juventud, la oscura conciencia de su carácter tímido y su reservada soledad le habían enseñado a no contemplar las cosas como algo frío y sin vida, sino como amigas calladas que confiaban sus secretos y ternuras a quien las escuchaba. (Stefan Zweig; El amor de Erika Ewald; El Acantilado; pag. 14)

La lentitud. Ser lento es una parte esencial del buen pensamiento. (Carl Honoré; Elogio de la lentitud, RBA, pag. 203)

La calidez

Para ti….

 

Equilibrio y algo más

paginaslibro

Terminé ayer de leer 1996/2004 Los pasos inciertos. Memorias de un poeta metido a editor de Kepa Murua.

He disfrutado y espero con ganas que lleguen los siguientes años.

Kepa dice que no quiere hablar en los mismos de su vida privada. Pero a veces esos límites entre lo público (poeta-editor), lo privado y lo íntimo no son tan nítidos y se escapano se muestran en forma de sentencias que van dejándose ver a lo largo del libro.

Coincide la lectura con dos días en los que una persona, buena amiga, sus pasos, está también rondando por mi cabeza.

Quizás por ello más allá de los dimes y diretes sectoriales y de la propia incertidumbre en la que se mueve el poeta-editor se me van filtrando algunas otras ferencias que van apareciendo en el libro.

Ahí van algunas de ellas.

– Manten el equilibrio entre lo que tienes, lo que eres y lo que puedes ser. No olvides cerrar los ojos de vez en cuando. Y sonreír por dentro y sonreír por fuera. (pag. 256)

– El frío no se siente si estás en buena compañía. (pag. 291)

– Cuando la vida muestra su extrañeza, el día se abre a lo inesperado con su luz y la claridad del cielo. Después de algunas decepciones surgen nuevas amistades y gente interesante que te enseña nuevas cosas y comparte contigo sus experiencias. (pag. 31)

– Han cambiado tantas cosas que, en el fondo, sigo siendo el mismo. (pag. 291)

– ¿Por qué será que en esta país todavía la gente tiene miedo al setir ideológico de sus semejantes? (pag. 37)

– Libre es aquel que tiene problemas y tiene medios y personalidad para solucionarlos. (pag. 43)

– Siendo sinceros, a mí no me molesta que sueñen conmigo, aunque, conociéndome como me conozco, yo no lo haía. (pag. 89)

– Así como me interesa la política, siento mi individualismo como un último rasgo de rebeldía. (pag. 102)

– La pregunta es la siguiente: ¿merece la pena enfrentarse a uno para que este a su vez se enfrente consigo mismo? Solo a los amigos que lo necesitan se les permite este juego, lo demás es costumbre y mera educación. (pag. 111)

– ¿Cuántos se tomarán un tiempo para sí mismos durante el día? ¿Cuántos son capaces de reflexionar sobre lo que les acontece, de gozar de la felicidad instantánea de un momento dulce en el dolor de sus vidas? (pag. 210)

…..

Desacelerando

El final de esta etapa se empieza a vislumbrar a la vuelta de la curva. Cambiará la ‘visión de la corrida‘.

Es posible, casi seguro, que el ‘sorpaso’ me toque en Barcelona, casi como una excusa para ir poniendo distancia.

Digo por ahí a quien me quiere escuchar que me voy a tomar después la vida con más calma y con más intensidad. No es una contradicción, sino la constatación de que hay hechos y experiencias que te atrapan intensamente y que al mismo tiempo solo puedes vivirlas con cierta lucidez si aplicas el criterio del sosiego. Y, en esas andamos.

A partir de ahí, empiezan a entrar en juego las apuestas sobre el tiempo que aguantaré en ‘estado sabático’. Eso, el mismo tiempo lo dirá.

Por ahora, mientras voy cerrando ciclo e intentando dejar todo ordenado, voy buscando de nuevo, entre los pocos momentos que tengo cierto tiempo para el contacto más sosegado y profundo, recuperando poco a poco ritmos conversacionales que en estos años han sido más difíciles de mantener aunque siempre he contado con la suerte de tener a mi alrededor personas que han estado ahí.

Algunas ya me acompañaban en mis ‘pasos inciertos’ que diría Kepa con su título, otras me las he ido encontrando o re-encontrando provocando con ello agradables sorpresas inesperadas, otras han entrado y salido o se mantienen a prudente distancia.

Todo, en el fondo, como la vida misma.

Me preguntaba J. ya hace un tiempo qué iba a hacer después. Y le contestaba que no sabía.

Quiero darme y dar tiempo y, probablemente, en ese juego de ‘Ds’ vaya surgiendo la respuesta.

Al igual que suele poner a veces en los transportes ‘Dejen salir antes de entrar’ yo me aplicaría el ‘Hay que cerrar antes de abrir’.

«1 de abril (1997) Eso es lo poco que yo sé: el viaje es como el mar que vuelve, una y otra vez, a la orilla» (Kepa Murua; 1996/2004 Los pasos inciertos; pag. 28)

Escribía no hace mucho a una persona:

Otros, quizás ya con la sensación de mucho andado, nos tomaremos un reposo a la vera del camino para ver lo recorrido, otear el incierto horizonte, y ofrecer compañía y tiempo a quienes quieren hacer una parada en el mismo, planear un nuevo viaje o preparar una zambullida para bucear.

En eso andaremos.

Un tiempo para cada cosa

Ayer despedimos al padre de B.

Me trae recuerdos de lo vivido hace unos meses.

Al inicio de la celebración B. nos contaba con cariño el perfil de su padre y lo que de él queda en sus hijos y en su ambiente cercano.

Se escogió como una de las lecturas un texto del Eclesiastés:

3:1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol:
3:2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
3:3 un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
3:4 un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
3:5 un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
3:6 un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
3:7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
3:8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar,
un tiempo de guerra
y un tiempo de paz.

Quizás cuando nos encontramos con el fin del tiempo de una persona vuelve a ser un buen momento para replantearnos nuestro propio tiempo y lo que en e´le vamos haciendo o dejando que pase.

¿Cambio de ritmo?

De mis recientes días, hasta ayer, pasados por Bélgica me quedo con esta imagen tomada en Gante como pequeña metáfora de los ritmos vitales vividos que quizás tengan poco que ver con los que ya se avecinan a partir de hoy mismo.

La bici, en este caso, me parece todo un símbolo de ritmo ante la vida. He visto su uso para el trabajo, la compra, el turismo, el paseo de cuadrilla, el desplazamiento familiar. Casi siempre con un cierto ritmo cadencioso, sin prisa aparente que se trasladaba también al propio desplazamiento a pie por las ciudades, conviviendo, al mismo tiempo, con el tranvía o el coche en zonas comunes y en medio de amplios espacios peatonales.

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Estar a gusto

Fue el 14 de agosto pasado.

Como en los últimos años habíamos quedado para comer en El Casino de Lesaka.

Aproveché la cita para quedar antes en Hondarribia con una persona y travacionar un poco, pero sin pasarnos.

Quedamos en la cafetería del Hotel Río Bidasoa a donde me dirigió y acompañó una persona mayor que se desvió de su paseo para acercarme al mismo.

Ya en el hotel, y aunque la cafetería no estaba abierta, me ofrecieron la posibilidad de servirme café de la máquina, sin ningún coste, y poder disfrutar de la tranquilidad de la terraza. Todo con una enorme amabilidad que fue de agradecer y que unido a la disposición de la persona que me acompañó y a la charla travacional hizo que la mañana se convirtiera en un buen preámbulo de la comida.

Ya aterrizado en Lesaka, con la tortilla encargada, como siempre surgió la conversación distendida sobre lo divino, lo humano, lo político y lo social.

Los cuatro, como otras veces, compartiendo mesa distendida, disfrutando, como si fuera un guiño, de una ensalada con cuatro tipos de tomate, mezclados sin revolver, donde cada uno aportaba su punto diferente de gusto y textura.

Ya pasadas las 18:00, cuando nos levantábamos de la mesa y en la vuelta para Bilbao, después de haber hecho también acopio-regalo de verdura fresca, buen vino y aceite gracias a J.M., pensaba lo a gusto que había estado y me venían a la cabeza algunos otros encuentros de agosto con M. y A. o con L. donde la conversación y el estar a gusto ha sido la tónica de los mismos.

Pablo escribe sobre el valor emocional de las experiencias. Termina: Ahora que llegan días de vacaciones para muchos, no dejemos, pues, pasar la oportunidad de agregar valor emocional a nuestra vida con una elección más intencional de las experiencias que vivamos.

Intencionalidad, valor emocional, tiempo y personas quizás sean algunas de las claves que permiten ese ‘estar a gusto’.

Tiempo para…, tiempo de…

En medio de este tiempo vacacional me encuentro con una entrada de Imanol en uno de sus blogs donde dice:

«El tiempo es dinero, claro que sí; pero el tiempo es también y sobre todo solidaridad, cultura, amistad, paternidad y maternidad, política, amor, humor… El tiempo es vida, en suma, en todas sus dimensiones y con toda su complejidad.

Desde una perspectiva social el reto al que nos enfrentamos no es el de encontrar maneras diferentes de microgestionar el tiempo de trabajo, sino de reorganizar el conjunto del ciclo vital. Eso significa tomarse muy en serio las desigualdades de tiempo, tanto las socioeconómicas como las que tienen que ver con el género, ese gran discriminador de todos los tiempos sociales (no sólo del tiempo productivo, también y muy especialmente del tiempo reproductivo). Eso significa asumir también que, puesto que ninguna organización del tiempo es natural, siempre habrá perdedores y ganadores en cualquier nueva temporalización de nuestras sociedades.
No nos llevemos a engaño: la guerrilla por la ocupación del tiempo continúa abierta. Nuestra obligación es afrontarla con las herramientas de la política democrática, que son el diálogo y la comprensión; y con el objetivo de convertir el tiempo social no en un factor más de discriminación –con ciudadanas y ciudadanos ricos en tiempo de calidad, con capacidad para comprar el tiempo de otras y de otros- sino en un factor de construcción de una sociedad no sólo más eficiente y productiva, sino mejor».

Me olvido o dejo a un lado las dimensiones políticas sabiendo que siempre están presentes.

Como al mismo tiempo esta lectura se me cruza entre otras con la de Leonardo Boff, El cuidado necesario, y con una frase que casi como mantra repite una buena amigaSomos unos traperos del tiempo, me centro en la primera frase: el tiempo es también y sobre todo solidaridad, cultura, amistad, paternidad y maternidad, política, amor, humor… El tiempo es vida, en suma, en todas sus dimensiones y con toda su complejidad.

Quizás las circunstancias vitales y del entorno me hagan dar bastantes vueltas sobre el Cuidado y el tiempo a él dedicado.

Vivimos-vivo con la sensación falsa a veces de que el tiempo es ilimitado, de que vamos a ‘tener tiempo para todo’, mezclando de mala manera nuestro tiempo productivo y experiencial-vivencial, engaññandonos en ocasiones con microfragmentos, con unidades micro de quita y pon que pensamos poder acoplar con facilidad a cualquier circunstancia hasta que nos vamos encontrando con realidades que ponen ante nosotros tiempos lentos, largos, silenciosos, amables, cariñosos, conversacionales, solidarios que no podemos medirlos o situarlos en la óptica del tiempo laboral que empieza y termina ya que su lógica no se mantiene en el hacer sino en el ser del otro y en el nuestro.

¿Puede el acompañamiento del dolor tener una hora de salida?

¿Merece la pena terminar una conversación como si tuviéramos que fichar y tarifar las horas habladas?

…..

El tiempo de los otros, el nuestro, el relacional es finito, como la vida. Vuelven por lo tanto a estar presente las prioridades.

Como observaba hace algún tiempo Teilhard de Chardin. «el progreso de una civilización se mide por el aumento de la sensibilidad hacia el otro». Según este criterio, vivimos actualmente tiempos de barbarie. (El cuiddado necesario; pag. 51)

Quizás sea un buen momento para hacer un pequeño homenaje y recuerdo a las manos que nos acompañaron en nuestros primeros momentos y recordar que el afecto, la sensibilidad, la psionalidad y el sentimiento son las capas más profundas y determinantes de lo humano (pag. 50)

Tiempo sosegado a la vuelta de la esquina

Todavía faltan unos días, pero no está de más ir pensando en ellas. En las vacaciones. Un paréntesis para el sosiego, el descanso y la reflexión.

Los días vacacionales funcionan casi como un comdín en el ritmo del año.

Este ha sido duro y fuerte sobre todo en lo personal y tanbién, porqué no decirlo, en lo profesional.

Así que espero, por primera vez en muchos muchos años, disponer de un mes entero para el sosiego y para poder dedicarme tiempo para poder ordenar y asumir con calma y cierta distancia todo lo vivido.

Un tiempo para ‘saber que estoy aquí’

Para cada uno de nosotros, saber que estamos aquí fugazmente y que existe un límite no negociable de nuestro tiempo puede ser un conocimiento necesario como incentivo para contar nuestros días y hacer que cuenten. (Hans Jonas, citado por Zygmunt Bauman en En busca de la política; pag. 91)

El ‘tiempo no negociable’ y el tiempo que dejamos pasar o que nos arrastra sin tiempo para contarlo.

Y un poco más adelante escribe Bauman refiriéndose a la televisión, pero que leo en clave de los nuevos medios.

La TV está regida por el rating y la velocidad, pero el público masivo y la velocidad son enemigos del pensamiento. La ‘comunicación’ con el público masivo por TV es instantánea, pero, como manifiesta Bourdieu, ‘es instantánea porque no existe. No es más que una aparición. El intercambio de lugares comunes es un tipo de comunicación que no tiene más contenido que el propio acto de comunicarse’. Esta seudocomunicación produce ‘pensadores rápidos’, abastecedores de ‘cómida rápida’ intelectual… (pag. 114-115)

Tiempo lento por lo tanto es lo que busco. Para el contacto con otras personas que están a mi alrededor, para mí mismo.

Tiempo con pocas personas porque no hay tiemo para todas y cada vez siento más la necesidad de lo poco intenso que lo mucho diluido.

Tiempo para el cara a cara con las otras y conmigo.

Agosto siempre ha sido un mes propicio para generar ‘cambios de tercio’, pequeños giros, o grandes a veces, para resituar el barco vital intentándolo preparar para que no zozobre.

Tengo ya claro, y en ello estoy ya, que será más tiempo para menos personas. A todo no se llega.

Será tiempo más palpable y menos digital. Solo los ojos que hablan y acompañan la voz me merecen la pena.

Con una mayor relación entre los mundos físicos y virtuales. En este segundo muchas personas desaparecerán de mi vida porque en el fondo nunca han estado y porque prefiero no caer en la ‘extraterritorialidad.

El ciberespacio es, en muchos aspectos, el equivalente actual del latín medieval. Vuelve extraterritoriales a los miembros de las clases ilustradas y los pone fuera del alcance de la gente que está próxima en el espacio físico, lo que les permite dedicarse a colocar los cimientos tecnológicos de otro universo, virtual, que únicamente acercará entre sí a los miembros de la misma clase. (pag. 133)

Al fin y al cabo la vida vivida supone que lo vivido cuenta para uno mismo y para otros, pocos, que son los que están y con los que estás y vives más allá de las distancias.

Lo dicho: preparando la cabeza y el cuerpo para ese tiempo de sosiego reflexivo y compañía porque lo que queda por bregar se presenta como sugerente e interesante en medio de la incertidumbre y mejor seguir teniendo, si se puede, un espítu finito, pero joven.

Las casas de la vida

Así se titula el libro que me regaló la semana pasada una amiga con dedicatoria incluida.

Otra amiga me comentaba rcientemente su periplo hogareño, creo que más de siete, por el que había ido pasando desde que se independizó con la sensación a veces de no saber si iba hacia delante o hacia atrás o si mantenía en ese circuito el orden que parece normal a los ojos de los otros.

Yo he escrito para mí, para tomar consciencia de mi propio periplo, sobre los lugares en los que he vivido. Hacía referencia a ello de pasada hace ahora algo más de un año cuando empecé a navegar por aquí.

Así, en este ir y venir que es la vida, por lo menos la mía, los espacios y las personas con las que uno ha vivido han ido marcando mi existencia.

Al fin y al cabo no somos sin los otros y sin el contecto vital que nos acoge para comer, dormir y convivir con los cercanos.

Quizás este movimiento, este ir y venir me haya hecho situarme en una cierta postura nómada y de frontera, con pocos puntos fijos y viendo cómo en la vida, la mía, va entrando y saliendo gente.

Con algunas personas vas haciendo campamento. Son esas con las que a la noche, en cierto clima de intimidad la palabra se hace río que poco a poco va fluyendo o el silencio gustoso murmullo.

Otras van entrando y saliendo dejando recuerdos en el camino que van llenado también la mochila de experiencias vitales.

El regalo me ha provocado una segunda sensación relacionada con las palabras.

No recuerdo cuándo hablé con ella de mi ir y venir ‘hogareño’, pero algo quedó grabado en su cabecita y ahora ha vuelto en forma de libro.

Las palabras que lanzamos al aire y hacia el otro hay veces que se pierden. En ocasiones piensas que son claras, que la otra persona las escucha y al cabo de un tiempo te das cuenta que se perdieron y se fueron volando. Es lo mismo que sean dichas o escritas. Salen de tu boca y se pierden.

En otras ocasiones, quizás las has dicho o escrito sin darles mayor importancia y quedan fijadas en la otra persona tejiendo un hilo de comunicación que al cabo de un tiempo vuelve.

La amistad y su devenir también es inesperada. El tiempo, el momento, la actitud, el espacio, la casualidad tienen mucho que ver en ello.

Desde la frontera en ese ir y venir sigo atisbando y a la escucha porque nunca se sabe dónde acabaremos viviendo y dónde estará nuestro hogar, aunque siempre cerca de los que queremos.

Pasito a pasito, retirarse a tiempo o saber esperar

Me ha gustado la entrada de Ángel María Dando un paso atrás.

Puede ser que tenga relación con alguno de los temas que me rulan por la cabeza y con una conversación reciente mantenida en Madrid en una noche tranquila de buen tiempo, en una terraza.

Creo que es importante lo que nos-me señala:

– Saber retirarse a tiempo

– Saber reconocer para qué puede valer uno

– Saber reconocer con ello que hay personas mejores, más preparadas o más valiosas para determinadas tareas

Ante esas frases de ‘chico tú vales mucho’ el reconocer las limitaciones, que es también una forma de reconocer nuestros puntos fuertes, y el no empecinarnos con lo que nos traemos entre manos, creo que es una buena y pequeña lección.

Ello permite también el admirar las cualidades y valías de otros.

Hoy twitteaba a primera hora de la mañana:

¡Qué gusto recibir noticias ilusionantes de una amiga al iniciar el día!

Tenían relación con el trabajo, algo que parece escasear en estos tiempos.

Ella vale mucho, mucho para lo que le han ofrecido y quien le ha escogido ha tenido buen ojo.

Con ello además quizás ella haya aprendido que a veces los silencios solo son tiempos buenos para la reflexión y la espera.

A vees no es cuestión de moverse, sino se baber esperar. Otras, lo importante es dar ese paso atrás o, incluso, parar para resituarse.

No siempre es fácil acertar con los ritmos y lugares y en muchas ocasiones andamos, ando, con el paso cambiado.

STOP

Parar para volver a arrancar.

A veces, parar y quedarse ya quiero.

Hoy al levantarme mientras fumaba el cigarro en el balcon me encontraba con el STOP delante de mi cara.

Ha estado o está ahí desde hace muchos años. Ahora ya parado definitivamente.

Vidas que se paran y dehan de latir o vidas y momentos en los que pudiéramos pararnos, aunque sea un instante para poder volver a arrancar.

Hoy en cualquier caso la luminosidad llamaba a la esperanza aunque el rum-rum de la máquina seguía sonando al fondo.

Amanece….

un día más.

El paso tranquilo de la oscuridad a la luz,

de la noche al día,

del desasosiego a la tranquilidad aparente.

Se inician de nuevo las rutinas,

el tiempo lento y sin pausa.

Horas y horas de sentada

mirando, dormitando, pensando….

como si fuera imposible encontrar la respuesta,

aunque uno le dedique todo su tiempo.

Darse tiempo

Como con una amiga.

No nos hemos visto desde antes del verano.

La comida ha sido casi un kit-kat en el día de hoy entre reunión y reunión que me ha llevado saltando de un sitio a otro desdeprimera hora de la mañana hasta bien entrada la tarde.

Hilamos la hebra con facilidad. Nos ponemos al día. Hablamos de la vida que toma cuerpo en nuestras vidas. de nuestros devenires. De nuestra historia, nuestro presente, el futuro, los sueños.

El tiempo pasa así volando. Tendemos a hablar rápido como siendo conscientes de que el tiempo es escaso.

Nos había costado encontrar un hueco en este septiembre de reinicio y de agendas apretadas.

Al final, al despedirnos un deseo.

Nos tenemos que dar más tiempo la próxima vez.

Al fin y al cabo es oxígeno necesario para nuestra vida.

Ocaso

>

Sabemos cuándo termina la vida del día.
Horas fijas, finitas que van pasando, cayendo, una tras otra.
Va bajando la luz, apagándose poco a poco hasta que al final todo es negro para descansar y volver a empezar.
No sabemos cuándo termina nuestra vida.
Sus horas y días sí son finitios, van también cayendo, pasando uno tras otro, pero nunca sabemos cuándo se va a producir el corte de luz. Vivimos siempre con el sueño de que algún día lejano llegará.
Todo cambia en cualquier caso cuando aparece el corte de luz repentino o cuando ya nos ponen fecha tope de apagón.
Quizás en este segundo caso la vida en lo que queda vuelve a nacer a empezar de nuevo como si ahora supiéramos ya el ritmo y el tiempo que tenemos para aprovechar. En otros puede que la sola noticia del final nos provoque el apagón repentino.

Dedicar tiempo

El jueves a la mañana tuve una interesante reunión en Eutokia con otras cuatro personas.
La idea básica era conocer un nuevo proyecto naciente y ver de qué manera podíamos colaborar y/o encontrar posibles puntos, cruces de intereses.
Fueron dos horas agradables y provechosas que tuviero además lugar en un curioso ‘cubo móvil’ que trasmitía a ratos la propia sensación de movimiento y de cierta inestabilidad en la que nos movemos en estos momentos no sólo en lo más estructural, Libia o Japón por ejemplo, sino también en lo más cercano y personal.
Trasladaba el espacio la sensación de movilidad e inestabilidad que tanto nos acompaña en el vivir diario.
Nos fuimos después a comer  un menú al Restaurante Ochoa donde nos encontramos con dos personas más entre ellas Virginia Imaz a quien hacía casi más de 20 años que no veía de manera sosegada.
Ya en la comida uno de los participantes en la reunión me hizo notar que le había llamado la atención el tiempo que había dedicado por mi parte y la sensación que había tenido por la suya de que no iba yo con un ritmo acelerado.
Ahora a la mañana, prontito para ser un sábado, mientras desayunaba le daba vueltas a lo difícil que resulta a veces el dedicar tiempo a las pequeñas cosas mientras se vive a un ritmo acelerado y la dificultad que supone el cruzar-vivir momentos que en lo concreto y cercano requieren una atención y un mirar a corto y el trabajo que te sitúa en muchas ocasiones con una mirada hacia el horizonte.
En esas estamos disfrutando en la tensión.
Para relajarla me voy al mercado a hacer la compra con calma y tiempo.

Productivad y tiempo

Históricamente, cada gran salto de productividad ha reducido el tiempo libre. El tiempo de una persona que, precisamente gracias a su mayor productividad, gana mucho por hora, vale tanto, que no puede darse el lujo de disfrutarlo… La elegancia antigua consistía menos en cierto desahogo de recursos que en cierto desahogo de tiempo. Hoy nos parece miserable vivir sin algunas cosas que antes hubieran sido grandes lujos; en cambio, nos parece normal vivir en la más completa miseria de tiempo disponible, y ni siquiera nos sentimos pobres diablos, en una situación rabona y poco elegante: por el contrario, consideramos pobres diablos a quienes tienen tiempo de asolearse y platicar. Preferimos usar los aumentos de productividad para producir más, no para producir lo mismo en menos tiempo. (Gabriel Zaid; El progreso improductivo; pag. 134)

Seguimos siendo tontos……

Tiempo y felicidad

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Tras reflexionar, se me puso enfrente y me dijo:

– No somos perezosos. Sólo que nos tomamos nuestro tiempo para vivir. Algo que no les ocurre a los occidentales. Para ellos, el tiempo es dinero. Para nosotros, el  tiempo no tiene precio. Un vaso de té nos basta para ser felices, a ellos ninguna felicidad les basta. Ahí está la diferencia, hijo.

(Yasmina Khadra; Lo que el día debe a la noche; pag. 87-88)