Afirma Jordi Herralde en una reciente entrevista que:
– el mercado editorial se ha encogido de forma irreversible y seguirá encogido
– el desplome del libro de bolsillo se produce porque sus lectores naturales pasan el tiempo ‘jugando con cacharritos’
– hoy proliferan las microeditoriales, las microlibrerías y los microagentes literarios.
Todo este ecosistema micro contrasta con el dibujo macro al que llego gracias a Tíscar Lara, felicidades por los diez años, de la estructura relacional de los grandes grupos de comunicación en España donde, lógicamente, algunos de los grupos editoriales tienen una importante presencia y donde, al mismo tiempo, se puede constatar la nimiedad que puede suponer para los mismosla el peso del libro cruzado con otros intereses empresariales que se tejen y destejen entre unos grupos y otros.
Este terreno, el de los grandes grupos de comunicación, es más líquido en alianzas, compras y ventas que el capitidisminuido sector del libro que en multitud de sus agentes tiene más apariencia Guadiana en tanto que muchos actores aparecen y desaparecen.
Así que con este panorama dibujado en y con trazo grueso uno toma conciencia de que trabajar en el sector supone, en el fondo, trabajar realmente para una parte del mismo. O dicho con más claridad: sólo se puede trabajar para una parte del mismo.
Desde esta óptica de parcialidad o de toma de posición, y en la medida en que nos encontramos en un sector con alguna relación con la cultura, el artículo de Víctor Vich, Desculturalizar la cultura: Retos actuales de las políticas culturales creo que aporta algunas claves interesantes de toma de posición de política cultural.
Cito a continuación algunas reflexiones del autor:
– Construir un proyecto políticamente relevante de política cultural implica sobre todo activar la producción de nuevas identificaciones imaginarias…En algún sentido, todo es cultura y, tal afirmación, es pertinente en este momento de la historia en el que el capitalismo se ha convertido en un sistema cuya reproducción se asienta, en buena parte, en el control sobre los significados.
– Por desculturalizar la cultura, hago entonces referencia a una larga estrategia de pensamiento y acción que viene siendo promovida en América Latina desde hace décadas y que debería consistir al menos en dos proposiciones: posicionar a la cultura como un agente de transformación social y revelar las dimensiones culturales de fenómenos aparentemente no culturales.
– Las políticas culturales deben proponer su propia acción pública optando por posicionarse en debates mucho más amplios que aquellos estrictamente defi nidos por el desarrollo profesional (y académico) del campo en cuestión.
Sustituyan si quieren la referencia cultural por la de libro como mediador, en algunos casos, cultural.
Esta línea de reflexión tiene a mi entender algunos puntos comunes con la planteada en el número 23 de la Revista Texturas en algunos de sus artículos.
Recogeré, para no cansar en exceso, algunas citas de los mismos.