Hacía tiempo, mucho tiempo que no volvía por el Restaurante Mina.
La última vez fue antes de que recibieran la estrella Michelín.
El motivo, muy del norte, ha sido el haber ganado una apuesta. Me la debían de hacía tiempo y el pago ha merecido la pena tanto para el perdedor, que era la primera vez que iba, como para un servidor.
La oferta permanece inalterable y me explico.
Un menú cerrado de siete platos más un aperitivo y dos detalles que acompañan el momento del café que facilitan y ayudan a poder alargar la conversación. (Nota: perdón por la calidad de las fotos).
Si se desea, se puede alargar el mismo con tres propuestas más, pero creo que es suficiente.
El sitio lo conocí hace años por recomendación de un buen amigo. He disfrutado siempre que me he acercado allí y hoy también.
La apuesta, arriesgada en su momento, de Álvaro, Lara y todo su equipo sigue funcionando.
Hoy el comedor estaba alegre y además de la comida he disfrutado de la larga conversación. Siempre he tenido buenas conversaciones en este lugar.
Una nota final. Los proyectos modestos en apariencia, pero con ganas, ilusión y corazón acaban haciéndose un hueco en su sector, en los imaginarios de algunos y generan trabajo estable y creativo más allá de las dificultades que el día a día presenta.
Siempre me ha parecido interesante comparar la gastronomía, donde no hay posibilidad si es seria de depósito y devolución, con el mundo del libro.
Cómo asumir el riesgo de la permanente compra en firme del producto con los vaivenes que vivimos me parece de diez.
Queda en lo privado el disfrute de la conversación, el rato largo disfrutado y la vida que sigue.