Ya adelanté que iba a comentar algunos aspectos de ‘la oleada sobre el panorama del libro’ que quizás hubiera sido mejor titular sobre el ‘sector del libro’ porque el libro y su estado, en cualquier caso, es más fruto de lo que hace o deja de jacer el sector, desde el escritor al lector, que de su propia capacidad de decisión.
De hecho siempre hablamos del ‘libro’ sin preguntarles nunca nada a ellos.
Me interesan, sobre todo, algunos aspectos: los más relacionados con el propio sector y sobre los que las empresas y las instituciones, que dicen que las representan, pueden tener campo de maniobra propio.
Al estudio, en la medida además que es cualitativo, creo que le falta un apartado de conclusiones atrevido que refleje en poco más de un folio las propuestas que sean consecuencia del mismo. Todo ello dicho desde el respeto a quienes se toman la molestia de hacerlo de forma desinteresada, aunque en este terreno creo que hay matices entre los componentes que van desde casi el desinterés total hasta los que sueñan con sacar tajada. Pero este es arena de otro costal.
El hecho de que en algunas preguntas se reflejen solo los datos absolutos y en otras acompañadas de porcentajes lleva, por lo menos a mí, a un cierto equívoco a la hora de leer las tablas.
Pero, vayamos al toro de la representatividad sectorial.
La mayoría de los encuestados parecen opinar de manera indirecta que el actual sistema institucional no tiene una representación adecuada.
Las responsables del estudio afirman: La creación de una institución que represente a todas las empresas del sector cuenta con el apoyo mayoritario de los encuestados.
y que sería necesario la creación de una institución única.
Las consecuencias son de calado y el debate no es nuevo en la medida de que ya desde hace muchos años hay empresas que juegan con diferentes sombreros según tomen el papel de libreros, editores o distribuidores.
Voy a poner un ejemplo de actualidad.
Creo que no es ningún secreto que por ejemplo Planeta tiene el sombrero de editor y el sombrero de librero o que, por situarnos en otra dimensión, a Astiberri editorial y Joker librería les ocurre algo parecido o, finalmente, el grupo Elkar que tiene editoriales, distribuidoras y librerías.
Si nos situamos o pensamos la posición en la que se encuentras estas empresas ante la, por ejemplo, demanda de los libreros a Amazon no me dirán que su situación no raya la esquizofrenia o la incoherencia. Se puede escoger la que se quiera.
En la medida en que son las instituciones, una en este caso, Cegal la que habla queda desdibujada la posición real y los intereses de las empresas.
Desde esta óptica y desde la de la simplificación aparente de la toma de decisiones o de la oferta de servicios al tejido empresarial el caminar hacia una única entidad podría parecer claro más todavía si analizamos la compleja organización que se da en Cegal, donde caben desde gremios autonómicos, provinciales o asociados a nivel particular, la Federación de Editores donde como por ejemplo el caso de Euskadi parece que la pertenencia de un gremio impide la entrada del otro y no abarca todo el territorio en su representatividad o, finalmente la de Fande que agrupa tres asociaciones que parecen moverse más por el perfil profesional que por el territorial.
En cualquier caso los encuestados señalan algunas pegas
1. La suficiente representatividad actual (la más minoritaria)
2. La heterogeneidad del sector
3. La diferencia de intereses según en qué parte de la cadena se esté.
Quiero centrarme en estas dos últimas y señalar las siguientes reflexiones que propongo también para discusión.
1. Cada vez tengo menos claro que los intereses los marquen el lugar de la cadena en la que uno se encuentre porque por un lado hay empresas que están en varios lados y porque los intereses son más económicos que de lugar en la cadena aunque vengamos manteniendo, yo incluido, un discurso que creo que hace aguas sobre, por ejemplo, el papel de las librerías o de los ‘editores independientes’.
2. Es cierto que el sector es heterógeneo, pero lo es por tamaño y por intereses y quizás no tanto por ser librero, editor o distribuidor. Dicho de otra manera. Se supone que no debería haber heterogeneidad, sino complementariedad y mejora en todo lo que se refiere a procesos de normalización y creación de ventaja competitiva en el sector. Me gustó, en esta línea que la presentación de Cegal se hablará de herramientas a favor del sector del libro. Ahí, más allá de las dimensiones de las empresas y del lugar en la cadena de valor, se supone que se pueden crear sinergias.
3. Otra cosa distinta ocurre en todo aquello que podríamos llamar ‘movimientos paralelos’. ¿Están, por ejemplo, muy preocupados los editores de jurídico, ni siquiera hablo ya aquí de libro, de trabajar en procesos de normalización o sus tiros ya apuntan hace tiempo en otro sentido?
Yendo un poco más allá: ¿En un proceso de este tipo se debería mirar solo a la cadena de valor o a todo el ecosistema que se mueve en torno al libro? Es decir: ¿deberían también incluirse las empresas de servicios o sectores, por ejemplo, como las revistas culturales?
En cualquier caso, para abrir este melón sí que existen los agentes y los posibles interlocutores.
Este creo que debería ser el primer melón a abrir.
¿Discutible? Sí
¿Fácil? No
Y, para ponerlo más complicado, añado una última reflexión a través de una cita de Thierry Discepolo en La traición de los editores:
¿De verdad hay que garantizar ‘la igualdad de los ciudadanos’ ante la literatura de Huch Laurie, el esoterismo y las recetas dietéticas? ¿O ante los libros de gran formato y las guías prácticas? Esos expertos que se acaloran con las subidas y bajadas del mercado editorial, con los peligros de la sobreproducción, la migración a las grandes superficies, a las tiendas Relay y otros depósitos de best-sellers, ¿hablan alguna vez de libros? ¿No habría que volver a centrar la oferta editorial que necesita ser protegida, en torno a una literatura menos milagrosa y de ciencias menos ocultas? En torno a un tipo de edición que apenas se beneficia de las estrategias del marketing… (pag. 77)