Las escaleras del metro

Vuelvo a Madrid. Trabajo y conversación. Aperitivo, comida, charla. Tiempo tranquilo en el aeropuerto para ordenar y leer mientras ya muchos estarán pendientes del partido.

En Madrid intento cuando las distancias lo aconsejan desplazarme en metro. Me resulta un estupendo espacio para la observación, una plaza pública en movimiento en la que supongo también seré observado.

Me gustan las escaleras del metro donde mientras subes otras personas bajan o viceversa. Aprecio ese cruce de vidas a veces ensimismadas en el subir y bajar, de miradas, de sueños que nunca se encontrarán.

Y me admiran sobre todo las mujeres lectoras en la escalera. Hoy sólo les he visto a ellas. Capaces de micromomentos de lectura durante el tiempo que dura el viaje del tramo correspondiente para dejar su actividad y enlazar en el siguiente. Admiro esa capacidad automática de concentración para volver a la tarea lectora en cuanto se pone el pie en el primer peldaño que las va moviendo abajo o arriba mientras su cabeza vuela mucho más lejos de los raíles en los que ya de forma más sosegada y con el tran-tran sea sentadas o de pie seguirán con su viaje.

Parece que siempre son capaces de ir más lejos que nosotros.

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