32 kilómetros.
Nada más alir, a las 7 de la mañana, empeiza a llover. Las primeras gotas del Camino.
Tras montar toda la parafernalia de ponerme la capa me doy cuenta que, con lo que está cayendo, el paraguas es más eficaz y cómodo.
La lluvia y el frío provocan que el paso se acelere en estos primeros momentos.
Al llegar al área de descanso de Ventosa, aveces esto parece una carretera por la terminología e incluso por sus postes kilométricos, la lluvia remite y mientras como uno de mis ya habituales plátanos a cubierto se acerca una húngara que tiene dos tiendas de electrodomésticos en Budapest y que ya hace unos años visitó la fábrica de Fagor, Donosti y Bilbao. El Guggenheim queda para ella como un vago recuerdo. La interesaban más los electrodomésticos.
Por dos veces a lo largo del día me encuentro con dos mujeres desorientadas que no se mueven, sin saber, aparentemente, por dónde seguir. La necesidad, a veces, de que nos tracen el camino o de que alguien asuma por uno el riesgo de la decisión acertada o equivocada está también aquí presente.
Llego a Nájera. Lorena me está esperando y graba la llegada. Me debe todavía ese vídeo de ‘entrada triunfal’. Tras un desayuno y charla al ladito del río y el puente, me deshago de lo que me sobra. Algo de ropa, un libro, el bastón de monte, la vaselina, la crema de sol….
Hago algunas compras en un pequeño ultramarinos que es imposible que pague y aplico el principio de mi amiga L. :’no vamos a discutir’.
El pequeño ultramarinos, de los de toda la vida, es un perfecto puzzle donde nada falta y todo tiene su espacio justo.
Las personas siguen pendientes de los peregrinos y funcionan a veces como si el Camino sólo fuera uno. Si te ven, como es el caso, en el pueblo circulando en sentido contrario te avisan con toda su buena voluntad de tu aparente error.
A lo lejos, tormentas que descargan y van y vienen a su antojo por el cielo.
A los caminantes sólo nos llegan algunas gotas que refrescan el andar.
En Azofra, donde almuerzo un bocadillo de tortilla de queso, me vuelvo a encontrar a Pepe. ¿A dónde llegará hoy a dormir el ‘correcaminos’ mudo?
Avanzo entre mil tonalidades de verdes.
Llego a Cirueña y en el ‘ir llegando’ disfruto sin esa sensación del ‘¡por fin! y sí del ¡qué gusto! que me hace ir más despacio y tranquilo bordeando el campo del golf y un conjunto de urbanizaciones fantasmales y vacías.
La acogida en el albergue Virgen de Guadalupe, un espacio con un encanto especial gracias al donostiarra Pedro es todo un regalo de tranquilidad y acogida.
De los 13 peregrinos que nos alojamos soy el úncio castellano hablante.
Disfrutamos en la cocina de cena comunitaria. Un rico y contundente potaje de lentejas, arroz, verduras y chorizo acompañado de vino de la tierra. Gracias al sueco, que trabaja profesionalmente de traductor, las conversaciones se hilan con facilidad.
Me llama la atención un joven austriaco de 19 años haciento también el camino en solitario.
Todos tenemos una cierta conciencia de estar disfrutando de un momento especial. Desde el joven austriaco, hasta la madura alemana muy por encima de los 65.
Todo en gran medida por Pedro que ya desde hace unos años se lió la manta a la cabeza y comparte su año entre Cirueña (marzo a octubre) y su querida Donosti.
Gastos
- Tabaco: 8,50
- Almuerzo: 4,50
- Cena: 7
- Albergue y desayuno: 13
- Café y pintxo: 2,20
- Total: 35,20
Para siempre…
¿A quién puedo llamar y que todavía venga? (pag. 66)
Fundar en mí mi vida, si es que queda en mí algo donde fundar. (pag. 66)
Estoy bien aquí, me asomo por el ventanal hacia el norte. Es una dirección llena de convergencia para las miradas humanas. El Norte. (pag. 67)
Estoy solo, ¿qué voy a hacer? He de tener a alguien presente y hasta un poco de futuro, en la medida en que se pueda. (pag. 70)
Nota
En este día de tiempo real, es decir 24 de mayo, aprovechando mi ida y venida a Madrid termino el libro de Sylvain Tesson La vida simple del que, probablemente iré también a partir de ahora incorporando algunas citas que me han producido ecos del Camino en estos dos días de lectura y viaje en autobús.
Es asombroso cómo el hombre acapara la atención del hombre. La presencia de los otros borronea el mundo. La soledad esta conquista que devuelve el goce a las cosas.
…
Estar solo es escuchar el silencio.
…
He llegado al embarcadero de mi vida.
Al fin sabré si tengo una vida interior. (pag. 30)
Es posible