El viernes se celebró el Día de las Librerías. Espero que haya sido un conjunto de pequeños éxitos. Estaría bien, en cualquier caso, conocer una valoración del mismo.
Hoy lunes nos podemos situar en un hipotético ‘día después’. La situación de las librerías es tan compleja como su propia diversidad y una parte de la situación institucional actual es también delicada.
La caída de ventas de los dos últimos años ha sido fuerte y no soy de los que veo el 2014 con un exceso de optimismo en cuanto a posibles repuntes.
En cualquier caso en el mundo de las librerías la feria también va por barrios más allá de lo digital. Pondré solo dos sencillos ejemplos. Quien haya tenido hasta la fecha una cifra importante de su facturación relacionada con la venta institucional es muy posible que esté sufriendo más duramente la situación de crisis que quien tenga un mayor nivel de diversificación. De la misma manera, quien se haya movido con un público fiel o fidelizado por motivos distintos tendrá armas de juego distintas que aquellas librerías que se mueven solo en el terreno del ‘público de paso’.
Me han parecido muy sugerentes las últimas reflexiones de Bernat Ruiz y también el debate mantenido en Núvol.
Ya lo he dicho en otras ocasiones. La librería y las personas que trabajan en ellas siguen siendo mis ojitos derecho del sector.
Es por ello que iré dedicando en los próximos días un tiempo y un espacio para la reflexión en torno a los presentes y los futuros de las librerías.
Empezaré con un artículo de Antonio Ramírez, Imaginar la librería, que tuvo, y eso está bien y es interesante, alguna contestación que vuelve a situar o poner encima de la mesa algunas dudas e interrogantes sobre modelos de librería y sobre su presente y futuro.
Con la librería, creo que pasa lo mismo que con el libro, los editores, los autores o los distribuidores. No hay un único futuro, sino que, casi con seguridad, hay un único abanico.
Una de las tendencias más palpables del pensamiento ‘neocom’ es hacernos creer que solo hay un camino, una solución y es posible que lo traslademos en ocasiones de manera inconsciente al sector del libro con el problema añadido de que el mismo suele venir diseñado por quien o quienes tienen el poder económico.
Resaltaré en primer lugar algunas de las líneas que más me han gustado del artículo de Antonio.
1. Él habla de ‘una’ y no de ‘la’ librería, lo cual supone indirectamente la aceptación y posibilidad de otros modelos.
2. Lo plantea buscando la dirección aparentemente contraria de las tendencias o del paradigma que parece situarse como dominante.
3. Intentar situar al librero en el centro del flujo de voces múltiples que siempre acompaña a la lectura.
Bernat en su contestación señala que la librería del futuro no puede, ni debe, parecerse a la librería de toda la vida. Se juega su porvenir y, aunque parezca lo contrario, nada me alegraría más que su –selectiva–supervivencia.
Creo que por suerte no existe ‘La’ librería de toda la vida porque en el fondo nunca ha habido dos librerías iguales.
Quizás este sea uno de los problemas latentes del sector librero: la dificultad de modelizar o de copiar lo que a otros parece funcionarles.
Recientemente Cegal ha publicado algunos de los últimos estudios relacionados con el sector librero. Los iremos desmenuzando poco a poco.
Pero sí quiero señalar una primera línea de actuación que para mí ha saltado ya a la vista:
1. Hay todavía un importante número de librerías que no parecen disponer de correo electrónico. Difícil, creo, en estos tiempos que corren, funcionar sin él.
2. Tan importante como eso. Creo que hay también un importante número de librerías que no saben a qué están asociadas. Lo explicaré de manera sencilla. Si los estatutos no han cambiado, una librería no puede asociarse directamente a Cegal si el gremio al que pertenece está asociado o si hay un gremio en su territorio que esté asociado a Cegal y ella no esté asociado a ese gremio. Por ejemplo: una librería de Galicia no puede decir que está asociada a Cegal y no está asociada a su gremio ya que su pertenencia a Cegal pasa por su pertenencia al gremio. De éstas hay un montón.
Sin clairificar esta urdimbre asociativa y sin disponer en muchos casos de un canal sencillo y rápido de comunicación quizás sea, en algunos casos difícil dar más pasos.
Pero no desfallezcamos. Pensemos con Joaquín Rodríguez en que Las librerías -tal como en algún momento quise decir– son irremplazables, no solamente porque podrían hacer valer su peso comercial (a día de hoy, el 90% de lo que las editoriales facturan pasa por sus mesas y los beneficios que el futuro pueda procurar deberían ser mutuos) reclamando lo que es suyo, sino porque son el espacio donde “el entramado de vínculos sociales y simbólicos que aún hoy se concentran en torno al libro de papel” se hace realidad.
En Barcelona en los últimos meses se han abierto diversas librerías nuevas (Ona, No Llegiu, Espais Literaris, Memòria, Impossible, Malvasia de Llibres, Temps Llibres, Llibrería del Born). Son librerías muy distintas, con planteamientos innovadores y que apuestan por nuevos modelos. El tiempo dirá si son viables y sostenibles. Pero cojamos el dato positivo: hay personas que creen en este futuro y se atreven a intentar nuevos modelos distintos a los clásicos.
Creo que el modelo que consiga conectar con alguna de las nuevas tendencias sociales emergentes tendrá un espacio comercial que asegure su viabilidad.
Y sin lugar a dudas el futuro será de la convivencia de diversos modelos de librerías y diversas propuestas comerciales.
Pero siempre con profesionalidad y servicio. Y en viejas y nuevas librerías estos dos aspectos no siempre se tienen suficientemente claro.