Así se titula el libro que me regaló la semana pasada una amiga con dedicatoria incluida.
Otra amiga me comentaba rcientemente su periplo hogareño, creo que más de siete, por el que había ido pasando desde que se independizó con la sensación a veces de no saber si iba hacia delante o hacia atrás o si mantenía en ese circuito el orden que parece normal a los ojos de los otros.
Yo he escrito para mí, para tomar consciencia de mi propio periplo, sobre los lugares en los que he vivido. Hacía referencia a ello de pasada hace ahora algo más de un año cuando empecé a navegar por aquí.
Así, en este ir y venir que es la vida, por lo menos la mía, los espacios y las personas con las que uno ha vivido han ido marcando mi existencia.
Al fin y al cabo no somos sin los otros y sin el contecto vital que nos acoge para comer, dormir y convivir con los cercanos.
Quizás este movimiento, este ir y venir me haya hecho situarme en una cierta postura nómada y de frontera, con pocos puntos fijos y viendo cómo en la vida, la mía, va entrando y saliendo gente.
Con algunas personas vas haciendo campamento. Son esas con las que a la noche, en cierto clima de intimidad la palabra se hace río que poco a poco va fluyendo o el silencio gustoso murmullo.
Otras van entrando y saliendo dejando recuerdos en el camino que van llenado también la mochila de experiencias vitales.
El regalo me ha provocado una segunda sensación relacionada con las palabras.
No recuerdo cuándo hablé con ella de mi ir y venir ‘hogareño’, pero algo quedó grabado en su cabecita y ahora ha vuelto en forma de libro.
Las palabras que lanzamos al aire y hacia el otro hay veces que se pierden. En ocasiones piensas que son claras, que la otra persona las escucha y al cabo de un tiempo te das cuenta que se perdieron y se fueron volando. Es lo mismo que sean dichas o escritas. Salen de tu boca y se pierden.
En otras ocasiones, quizás las has dicho o escrito sin darles mayor importancia y quedan fijadas en la otra persona tejiendo un hilo de comunicación que al cabo de un tiempo vuelve.
La amistad y su devenir también es inesperada. El tiempo, el momento, la actitud, el espacio, la casualidad tienen mucho que ver en ello.
Desde la frontera en ese ir y venir sigo atisbando y a la escucha porque nunca se sabe dónde acabaremos viviendo y dónde estará nuestro hogar, aunque siempre cerca de los que queremos.